¿Crisis a la española?
En el barómetro del CIS correspondiente al pasado mes de abril y en uno de los apartados referentes a la valoración por parte de los ciudadanos de la situación económica hay un hecho que llama poderosamente la atención. Este no es otro que el contrapunto que supone el que el 78% de los encuestados valora la situación económica del país como “mala o muy mala”, sin embargo cuando se les ha preguntado que como calificarían la situación económica personal en la actualidad, se han dado las siguientes respuestas: Un 26% dice que su situación económica es “muy buena o buena”. Un 50% dice que “regular” y el 24% restante responde que “mala o muy mala”. O sea que cuando se pregunta por la situación económica sin matices, la respuesta es bastante desalentadora, sin embargo cuando la contestación es a nivel individual nos encontramos con que hay un porcentaje entre “muy buena o buena” y “regular” del 76%. O sea, que ya no es tan “mala o muy mala”.
Está poniéndose en evidencia que cada cual valora la crisis según le va a nivel individual y que existe una especie de psicosis, normal en cualquier situación seria y fuera de lo habitual, que hace que se produzcan estas contradicciones y que más que llevarnos a situar la crisis en su justo nivel lo que hacen es provocar una cierta confusión tanto para los gobernantes como para los ciudadanos y sabido es que de la confusión se puede pasar al tremendismo a la exageración y a la pérdida de la efectividad a la hora de saber donde nos duele realmente y cuál es el verdadero alcance del mal, con lo cual se complica más a la hora de buscar el remedio para combatirlo.
En estos días pasados se ha publicado el dato de la inflación en abril y que esta se ha situado en el 3,8% un dato poco agradable. Pero una vez más, cuando se trata de valoraciones de tipo económico surge la confusión. Resulta que el aumento de dos decimas sobre el índice del mes anterior viene dado, principalmente, por el precio de los viajes organizados y de los alimentos y bebidas no alcohólicas. Resulta que según el 78% de los encuestados por el CIS dicen que la situación es “mala o muy mala” pero sin embargo el dato del aumento del IPC, el que figura en primer lugar es el que se corresponde con el gasto que hacemos los españoles en viajes organizados, o sea de ocio, divertimento y distracción, cosa que me parece fenomenal pero que si la cosa está mal, si dicen que nos “faltan habas”, hay que priorizar en que debemos gastar nuestro, en este caso, poco dinero.
Ahora nos encontramos con aquel mismo dilema que aturdía la mente de aquel soberano que no sabía si fue el oso quien mató a Fabila o Fabila quien mató al oso. Cuando no hace muchos meses nos encontrábamos con índices deflacionistas todos nos echábamos a temblar por que según los expertos son peores los males que provoca la deflación que los que genera la inflación. La deflación, y sin entrar en tecnicismos y hablando en Román paladino para que todos nos entendamos, viene dada por que lo oferta es superior a la demanda, el consumo baja, y por tanto bajan los precios y lo que es muy importante, el sector productor se resiente, a las empresas suministradoras de cualquier tipo de bien de consumo les bajan los beneficios o entran en pérdidas y como consecuencia de ello vienen los cierres empresariales o se producen reducciones de plantillas. En definitiva, la economía se estanca o más bien baja, y el dinero brilla por su ausencia y el fantasma del paro se enseñorea por todas partes. Por otro lado tenemos la inflación, esa dichosa vara de medir con la que son azotados nuestros bolsillos. Es al contrario que la deflación. Sube más la demanda, el consumo, que la oferta, lo cual es aprovechado por los que producen bienes de consumo para subir los precios y esto le produce bastantes problemas, de tipo económico, a los consumidores que ven como suben los precios de las cosas y sus salarios no o al menos en la misma proporción que suben los precios porque eso de que los salarios suben con arreglo al aumento de los precios está claro que es un camelo y si no que se le pregunten a las amas/os de casa. La economía se mueve pero no en el mismo sentido, en la misma dirección, para todos. Las cadenas de producción trabajan a tope, las empresas tienen beneficios y los puestos de trabajo se mantienen, es lo que suele o debe ocurrir, pero el consumidor el ama/o de casa se gasta más dinero y que cada vez le queda más espacio libre en el frigorífico. Por eso he dicho antes eso de que si fue el oso quien mató a Fabila o Fabila quien mató al oso. No está claro que es lo peor. Aunque lo peor es todo lo que se sale de la normalidad. La escasez es mala y el exceso también.
Evidentemente estas apreciaciones no son las de un experto, pero si las de un ciudadano que sufre directamente las consecuencia de los bandazos de la economía y quien mejor puede hablar del daño que produce una flagelación es aquel que la ha sufrido.
Y acabo sin llegar a entender aún eso de que cuando un 78% de encuestados por el CIS dice que la situación económica es “mala o muy mala”, resulta que los viajes organizados suben de precio y cuando suben los precios es porque hay más demanda que oferta. Creo que se debería, más bien diría que se impone, valorar la incidencia que en todo esto pueda tener la economía sumergida. Que barrunto que no es poca. ¿Es esta una crisis a la española?
Está poniéndose en evidencia que cada cual valora la crisis según le va a nivel individual y que existe una especie de psicosis, normal en cualquier situación seria y fuera de lo habitual, que hace que se produzcan estas contradicciones y que más que llevarnos a situar la crisis en su justo nivel lo que hacen es provocar una cierta confusión tanto para los gobernantes como para los ciudadanos y sabido es que de la confusión se puede pasar al tremendismo a la exageración y a la pérdida de la efectividad a la hora de saber donde nos duele realmente y cuál es el verdadero alcance del mal, con lo cual se complica más a la hora de buscar el remedio para combatirlo.
En estos días pasados se ha publicado el dato de la inflación en abril y que esta se ha situado en el 3,8% un dato poco agradable. Pero una vez más, cuando se trata de valoraciones de tipo económico surge la confusión. Resulta que el aumento de dos decimas sobre el índice del mes anterior viene dado, principalmente, por el precio de los viajes organizados y de los alimentos y bebidas no alcohólicas. Resulta que según el 78% de los encuestados por el CIS dicen que la situación es “mala o muy mala” pero sin embargo el dato del aumento del IPC, el que figura en primer lugar es el que se corresponde con el gasto que hacemos los españoles en viajes organizados, o sea de ocio, divertimento y distracción, cosa que me parece fenomenal pero que si la cosa está mal, si dicen que nos “faltan habas”, hay que priorizar en que debemos gastar nuestro, en este caso, poco dinero.
Ahora nos encontramos con aquel mismo dilema que aturdía la mente de aquel soberano que no sabía si fue el oso quien mató a Fabila o Fabila quien mató al oso. Cuando no hace muchos meses nos encontrábamos con índices deflacionistas todos nos echábamos a temblar por que según los expertos son peores los males que provoca la deflación que los que genera la inflación. La deflación, y sin entrar en tecnicismos y hablando en Román paladino para que todos nos entendamos, viene dada por que lo oferta es superior a la demanda, el consumo baja, y por tanto bajan los precios y lo que es muy importante, el sector productor se resiente, a las empresas suministradoras de cualquier tipo de bien de consumo les bajan los beneficios o entran en pérdidas y como consecuencia de ello vienen los cierres empresariales o se producen reducciones de plantillas. En definitiva, la economía se estanca o más bien baja, y el dinero brilla por su ausencia y el fantasma del paro se enseñorea por todas partes. Por otro lado tenemos la inflación, esa dichosa vara de medir con la que son azotados nuestros bolsillos. Es al contrario que la deflación. Sube más la demanda, el consumo, que la oferta, lo cual es aprovechado por los que producen bienes de consumo para subir los precios y esto le produce bastantes problemas, de tipo económico, a los consumidores que ven como suben los precios de las cosas y sus salarios no o al menos en la misma proporción que suben los precios porque eso de que los salarios suben con arreglo al aumento de los precios está claro que es un camelo y si no que se le pregunten a las amas/os de casa. La economía se mueve pero no en el mismo sentido, en la misma dirección, para todos. Las cadenas de producción trabajan a tope, las empresas tienen beneficios y los puestos de trabajo se mantienen, es lo que suele o debe ocurrir, pero el consumidor el ama/o de casa se gasta más dinero y que cada vez le queda más espacio libre en el frigorífico. Por eso he dicho antes eso de que si fue el oso quien mató a Fabila o Fabila quien mató al oso. No está claro que es lo peor. Aunque lo peor es todo lo que se sale de la normalidad. La escasez es mala y el exceso también.
Evidentemente estas apreciaciones no son las de un experto, pero si las de un ciudadano que sufre directamente las consecuencia de los bandazos de la economía y quien mejor puede hablar del daño que produce una flagelación es aquel que la ha sufrido.
Y acabo sin llegar a entender aún eso de que cuando un 78% de encuestados por el CIS dice que la situación económica es “mala o muy mala”, resulta que los viajes organizados suben de precio y cuando suben los precios es porque hay más demanda que oferta. Creo que se debería, más bien diría que se impone, valorar la incidencia que en todo esto pueda tener la economía sumergida. Que barrunto que no es poca. ¿Es esta una crisis a la española?
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