Nunca hay culpables
El desgraciado suceso del Madrid Arena ha despertado una lógica expectación social y se anda buscando culpables, lo malo de este caso es que hay tantos culpables, comenzando por el Ayuntamiento de Madrid, que al final va a resultar que nadie es culpable, como en tantas ocasiones hemos tenido los españoles ocasión de quedar boquiabiertos ante la resolución de los jueces. Los platos rotos los ha pagado un pobre diablo de tercera fila en la escala de posibles culpables, en este caso el tercer teniente de alcalde que ha dimitido de todos sus cargos, pero eso sí la “mamandurria”, el sueldo, lo seguirá cobrando ya que conserva su condición de concejal. Su “gesto” ha sido llevado a efecto para servir de escudo a la alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
Creo que a nadie se le habrá olvidado el accidente del metro de Valencia donde 43 personas perdieron la vida y aún a pesar de que se planteó el hecho de que se carecía de balizas de control de la velocidad en aquella fatídica curva, se desechó esta posibilidad y al final no hubo responsable alguno quedando la Generalitat Valenciana libre de toda culpa. Por lo visto el accidente ocurrió porque tenía que ocurrir y pelillos a la mar.
Tampoco creo que se haya quedado en el olvido el terrible accidente del Yak-42 donde fallecieron 63 militares españoles que viajaban en uno de aquellos “•ataúdes voladores” de bajo costo en los que se transportaba a los militares aún a pesar de haber sido denunciado, con fotografías incluidas, el mal estado de aquellos aviones, se cambió la seguridad por lo barato que resultaba el alquiler de esos aviones hartos de volar tanto los aparatos como sus tripulaciones sin la menor atención técnica o de mantenimiento y de descanso. Tampoco aquí hubo culpables, se condenó a un general porque había que condenar a alguien pero al igual que ocurrió en el caso del metro de Valencia ningún político dimitió ni se le pidieron responsabilidades, lo mismo va a suceder en el caso del Madrid Arena donde la responsabilidad municipal es más que evidente al ser el ayuntamiento madrileño el propietario y el arrendador de un inmueble que no contaba con los permisos correspondientes para ser utilizado. Ahora ha vuelto a ser actualidad, por la celebración del juicio, el caso del “Prestige”, sin que el que ordenó que llevaran al barco “al quinto pino”, es decir Álvarez Cascos, en aquel entonces ministro de Fomento, se vea involucrado en la causa. En este país está claro que el culpable siempre acaba siendo el “maestro armero” y donde se suele aplicar, demasiado, esa máxima que dice: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
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