¿Un acto de reconciliación?
En primer lugar dejar bien claro que este comentario no es, en absoluto, una crítica al acto de beatificación celebrado en Tarragona el pasado día 13. Un acto que para mí merece el máximo respeto ya que cada cual puede homenajear a sus difuntos como mejor lo considere.
El comentario se centra principalmente en la actitud, una vez más, cínica que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, viene practicando cada vez más a menudo. Lo vierto y verdad es que este hombre ha sido capaz de engañar durante años a muchos españoles que no son de derechas porque veían en él a una persona honesta en el sentido de ser tolerante y con una trayectoria política no exenta de una considerable carga de progresismo, pero mira por donde ha sido llegar al ministerio y cambiar de forma radical, ya no es una persona tolerante ni honesta en lo que se refiere a actuar con claridad ante los ciudadanos, aunque muy posiblemente sea ahora cuando se nos presenta con su verdadera cara, actualmente ejercita su cinismo a diario, un cinismo que por lo visto se ha desatado fuertemente muy posiblemente por el hecho de haber estado muchos años ocultando su verdadera personalidad ideológica.
El caso es que Gallardón declaro en Tarragona que el evento era un acto de reconciliación ¿de reconciliación de quien con quien? Porque hubiera sido un verdadero acto de reconciliación si al mismo tiempo que a 522 víctimas de unos hechos que jamás debieron suceder y que ahora son elevados a los altares de la Gloria se hubiera hecho justicia con todos aquellos que permanecen enterrados en bancales y cunetas dándoles una sepultura digna. Eso sí hubiera sido un acto de reconciliación y no una injusticia y una venganza sobre aquellos que fueron masacrados acabada la Guerra Civil y muchos después de acabar. En este acto hubo un religioso, no pude escuchar su rango, que declaró que estas 522 personas homenajeadas habían dado su vida por el Señor, yo entiendo que lo que quiso decir es que habían dado su vida por aquello en lo que creían, igual tratamiento, no me refiero a la beatificación sino a ser enterrados dignamente y homenajeados por haber dado su vida por aquello en lo que creían, por sus ideas, por su pensamiento libre y por la República, en síntesis, por la Democracia.
Treinta y ocho años después de la muerte del Dictador, cada día que pasa vamos entendiendo mucho mejor aquello que dijo de que lo dejaba todo “atado y bien atado”. En cualquier caso hay que decir que todos aquellos que fueron víctimas de represión, aquellos que lucharon y murieron por la Democracia y la libertad no gozan de ellas, al menos mientras sigan sus cuerpos enterrados de forma tan indigna, se podría decir que han sido traicionados por aquellos que se declaran seguidores, pero que no lo son, de los mismo ideales por los cuales ellos dieron su vida.
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