Los poderosos no perdonan
El Tribunal Supremo ha decidido que el exjuez Baltasar Garzón no es merecedor de que se le conceda el indulto que ha sido solicitado para él alegando para justificar la denegación que el exjuez no se ha arrepentido. Yo creo que esta es una más de esas decisiones judiciales que los españoles no acabamos de entender. En mi caso me da la impresión de que cuando el Supremo habla de que no hay arrepentimiento nos está queriendo dar a entender que Garzón debe pedir perdón a todos y cada uno de los sinvergüenzas, golfos y maleantes que el intentó, no le dejaron, poner en “orden” por su implicación en el en el caso Gürtel.
Recientemente Garzón ha declarado que ya “ya está bien, que le dejen en paz” que según él, no se conforman con haberle condenado sino que tienen que humillarle permanentemente. Este tipo de presión hacia una persona, y más en este caso, es el que suelen practicar los poderosos con aquellos que han intentado demostrar que no son más que una pandilla o banda de corruptos que gozan de un trato especial en lo que se refiere a poder eludir la acción judicial contra ellos y que cuando no lo consiguen la cosa se soluciona con tenerlos cuatro días en la cárcel a “cuerpo de rey”. Esto es lo que suele ocurrir cuando existe un sistema judicial que siendo generosos podemos decir que funciona mal por los cuatro costados y cuando se permite que políticos corruptos o bajo sospecha de corrupción, estando imputados por ello, pueden tener poder decisorio para legislar, es decir, para aprobar leyes.
Creo que no es nada nuevo decir a estas alturas que en España, mejor dicho en “Gilipollandia”, hemos entrado en una situación de total y absoluto reinado de los poderosos, la inmensa mayoría de ellos gente corrupta, malhechores, los hay en la política y en los círculo donde se mueve el dinero y aquel que se atreve a meterse con ellos de forma directa, aquel que juega con “su pan” lo mejor que puede hacer es buscarse un monasterio situado en lo más recóndito del globo terráqueo para intentar poder eludir las consecuencias propias de la venganza, del poderío del poder de los poderosos, perdón por el juego de palabras, porque sin duda alguna le van a hacer la vida imposible allá donde se encuentre para que sirva de aviso y escarmiento a cualquier “loco” que intente meter su nariz en sus malolientes cambalaches.
Estamos atravesando malos tiempos, pero es precisamente en época de malos tiempos cuando la basura, los sinvergüenzas y malhechores, aprovechan para enriquecerse sin pararse a pensar en si lo hace por medios legales o no. Su única meta es acaparar dinero y hacer uso, mal uso, del poder que da el dinero. Estamos en un país donde cuando los juristas, los jueces, pecan por defecto, es decir se quedan “cortos” en el cumplimiento de sus obligaciones como tales, dictando sentencias cuya “baja densidad” no guarda proporción con el delito cometido y juzgado, normalmente no se les suele “poner en la calle”. Lo malo para ellos es cuando pecan por exceso y este exceso se concreta en aplicar, o al menos intentar aplicar la ley, con la mayor dureza a gente sin escrúpulos que han metido la mano donde no debieran o han defraudado de forma escandalosa y sin el menor temor al incumplir sus obligaciones tributarias. Si esto se llega a dar pueden verse en la cola del paro.
No, con los poderosos no se juega, ellos controlan, de una forma u otra a los que ostentan poderes que de algún modo puedan ir contra sus intereses y sobre todo contra “su libertad” de actuar como y de la forma que les venga en gana. Esto de que las “escuchas” son legales o no, aún a pesar de haberlas ordenado un juez, la verdad, así opino yo, suena a cachondeo. Recuerdo perfectamente, de esto hace ya muchos años, cuando un juez valenciano apellidado Manglano, ordenó se establecieran unas escuchas sobre determinado cargo público del Partido Popular porque había sospechas de que estaba mezclado en asuntos relacionados con la droga. Fue la casualidad la que hizo que en aquellas escuchas se pudiera detectar lo que luego se llamó el “caso Naseiro”, un caso de corrupción en el cual estaban presuntamente involucrados destacados personajes del PP, entre ellos Eduardo Zaplana. Resumiendo: El caso es que no se pudo llevar a cabo el que la justicia intentara averiguar qué es lo que había en el “caso Naseiro”, según se decía en aquellos tiempos había y bastante, porque se consideró que como aquello había sido detectado a través de una escucha judicial llevada a cabo para detectar un caso de posible tráfico de drogas, distinto a lo que era el “caso Naseiro”, lo que sobre este abortado caso pudiera haber no era objeto de ser tenido en cuenta por la justicia. Ante esto, siempre he pensado lo siguiente: Si por medio de esas escuchas se hubiera detectado que había un plan para asesinar a alguien, hubiera sido pertinente el que interviniera la policía para evitar un crimen, o no lo era porque ello se había sabido a través de la práctica de una orden judicial de escucha telefónica que no tenía como objeto saber si una persona iba a ser asesinada. Evidentemente lo de que a Garzón se le expulsó por ordenar unas escuchas ordenadas por él, por un juez, que dicen que no eran legales, esto ya no hay quien se lo trague. Con los poderosos no se juega.
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