Hacia una España Mejor

viernes, marzo 09, 2007

La jauría


Cuando el pasado día 7 estaba escuchando en directo la sesión del Senado donde se le preguntaba, por parte del PP, al presidente del Gobierno el porqué de su decisión sobre De Juana Chaos, he de confesar que hubo momentos que me confundí. No sabía si lo que estaba oyendo era la respuesta de Rodríguez Zapatero al portavoz del PP en el Senado, Pío García Escudero o era que había interferencias y se había “colado” otra emisora de radio que estaba retransmitiendo la celebración de alguna cacería del zorro. Pero cuando el presidente del Senado llamó al orden a los senadores del Partido Popular y les recriminó diciéndoles que para que preguntaban al presidente si luego no iban a escuchar sus respuestas, volví a recobrar la realidad del momento y me di cuenta de que la algarabía la estaba montando una jauría humana que se hallaba sentada en los bancos correspondientes a los senadores del PP.
A partir de ese momento sentí vergüenza ajena ante el bochornoso espectáculo. Tengo que resaltar, porque es de justicia el hacerlo, que cuando intervino el portavoz del PP no se escuchó ni tan siquiera un leve murmullo desde los bancos de los senadores socialistas, pero cuando Rodríguez Zapatero pasó a responderle a Pío García Escudero, los gritos, abucheos y los insultos le llovieron al presidente del Gobierno. No estoy muy seguro, por que eso habría que preguntárselo a Acebes, si hay diferencia entre la actitud respetuosa y democrática de los senadores socialistas y la total y absoluta falta del más sentido ético y democrático de los senadores de la derecha.
Menos mal que el presidente es un político que en ningún momento pierde la compostura y se limitó con toda tranquilidad a rebatir uno por uno todos los argumentos que anteriormente le había expuesto el portavoz popular. Hasta tal punto fue demoledora la respuesta de Zapatero que desde los bancos del PP se comenzó a pedir la hora al presidente del Senado exigiéndole que cortara su intervención. Es enormemente patético que se emplace a alguien, en tono desafiante, para demandarle y recriminarle su actitud y que el al final quien lo ha reclamado acabe pidiendo la hora. En el PP se han fijado una referencia prioritaria en su labor opositora tan errática como improcedente. Es para llorar. Pero claro, como no tienen sentido del ridículo, les pasa lo que les pasa. Eso, que acaban haciendo el ridículo.