El perro de los obispos
Atiende al nombre de Federico y profiere grandes ladridos cuando le ponen delante un micrófono a
l que confunde con un hueso. Me estoy refiriendo, creo que lo habrá adivinado, a Federico Jiménez Losantos, el perro de los obispos. No es que yo le quiera comparar con un perro, pobres perros, estos son más nobles y educados que este desquiciado sujeto.
Acaba de decir, refiriéndose al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que “dan ganas de decirle ¡de rodillas, perro!“ No es la primera vez que se refiere a Rubalcaba en tono tan insultante, ya en otra ocasión le comparó con un personaje tan abyecto, sanguinario y criminal como fue Hassan-al-Sabbha, más conocido como El Viejo de la Montaña. En otro momento, refiriéndose al Gobierno dijo que era igual que ETA incluso en la capacidad de matar. También animó a los ciudadanos a aplicar el tiranicidio, asesinar y tomarse la justicia por su mano, a Zapatero.
Hay momentos que uno llega a pensar como los obispos se atreven a hablar de la buena convivencia, de la necesaria reconciliación y de la moral y en cambio son capaces de mantener en su plantilla de empleados a semejante agitador que no hace más que incitar al enfrentamiento, y ese pensamiento me lleva hasta el extremo de imaginar si es que a este lo utilizan para decir aquello que ellos, por su condición de religiosos, no deben decir públicamente lo que realmente piensan. De él llegó a decir el cardenal Amigo, que la emisora capitaneada por Federico Jiménez Losantos es “una bendición de Dios”. En lo que yo conozco de la Biblia, Dios no habla de bendecir a los que insultan, a los que llaman al asesinato y a los que en todo momento intentan buscar el enfrentamiento verbal y físico. Pero si lo dice un cardenal…
Pero hay algo en todo esto que es lo más lamentable. Federico Jiménez Losantos, el perro de los obispos, no hace y dice estas cosas por convicción, las hace y las dice por dinero y como ejemplo de ello la respuesta que le dio a su hijo cuanto este le dijo que por que no empleaba otras palabras en sus intervenciones radiofónicas: “Ya, ibas a estudiar tú en una universidad americana si lo digo de otra manera”. Esa fue su respuesta. Dice las cosas que dice solo con el fin de llevarse un buen hueso a la boca.
l que confunde con un hueso. Me estoy refiriendo, creo que lo habrá adivinado, a Federico Jiménez Losantos, el perro de los obispos. No es que yo le quiera comparar con un perro, pobres perros, estos son más nobles y educados que este desquiciado sujeto.
Acaba de decir, refiriéndose al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que “dan ganas de decirle ¡de rodillas, perro!“ No es la primera vez que se refiere a Rubalcaba en tono tan insultante, ya en otra ocasión le comparó con un personaje tan abyecto, sanguinario y criminal como fue Hassan-al-Sabbha, más conocido como El Viejo de la Montaña. En otro momento, refiriéndose al Gobierno dijo que era igual que ETA incluso en la capacidad de matar. También animó a los ciudadanos a aplicar el tiranicidio, asesinar y tomarse la justicia por su mano, a Zapatero.
Hay momentos que uno llega a pensar como los obispos se atreven a hablar de la buena convivencia, de la necesaria reconciliación y de la moral y en cambio son capaces de mantener en su plantilla de empleados a semejante agitador que no hace más que incitar al enfrentamiento, y ese pensamiento me lleva hasta el extremo de imaginar si es que a este lo utilizan para decir aquello que ellos, por su condición de religiosos, no deben decir públicamente lo que realmente piensan. De él llegó a decir el cardenal Amigo, que la emisora capitaneada por Federico Jiménez Losantos es “una bendición de Dios”. En lo que yo conozco de la Biblia, Dios no habla de bendecir a los que insultan, a los que llaman al asesinato y a los que en todo momento intentan buscar el enfrentamiento verbal y físico. Pero si lo dice un cardenal…
Pero hay algo en todo esto que es lo más lamentable. Federico Jiménez Losantos, el perro de los obispos, no hace y dice estas cosas por convicción, las hace y las dice por dinero y como ejemplo de ello la respuesta que le dio a su hijo cuanto este le dijo que por que no empleaba otras palabras en sus intervenciones radiofónicas: “Ya, ibas a estudiar tú en una universidad americana si lo digo de otra manera”. Esa fue su respuesta. Dice las cosas que dice solo con el fin de llevarse un buen hueso a la boca.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home