¡Caña al trabajador!
El presidente del Banco Central Europeo (BCE) Jean-Claude Trichet, y el gobernador del Banco de España (BE) Fernández Ordoñez, dos cerebros privilegiados que no tuvieron la suficiente capacidad profesional para avisarnos de la que se nos venía encima, ni la tuvieron ni la tienen, se han dado cuenta, después de un exhaustivo estudio que debe haberles dejado la neuronas hechas fosfatina, y han llegado a la conclusión de que los culpables de todo este pandemónium no son otros que los trabajadores. Al parecer ambos están de acuerdo en que si los trabajadores no hubieran cobrado salario alguno el montante de la masa salarial hubiera sido de tal cuantía que las grandes empresas y sobre todo los bancos, no estarían en tan calamitosa situación. La culpa es de los currantes de a pie que quieren cobrar para subsistir, nunca de los altos ejecutivos que siguen gozando de un sueldo de los de no te menees a pesar de ser todos ellos culpables de todo lo que en el mundo de las finanzas y de la economía está sucediendo. Estamos siendo administrados en el plano laboral –patronal- por verdaderos incompetentes o por un atajo de codiciosos. Usted, querido lector, pensará que me tomo a guasa todo lo que está pasando. Nada más lejos de la realidad. Si lo escribo con un cierto tono de humor es porque no quiero hacerme, como vulgarmente se dice, “mala sangre” y llamar a los cosas por su nombre. Yo respeto mucho a los familiares de los demás.
En el discurrir de mi vida como trabajador por cuenta ajena, comencé a trabajar con doce años recién cumplidos, hasta mi jubilación, las he visto de todos los colores. Ahora que tanto se habla de abaratar los despidos, le puedo contar que yo he conocido casos de empresarios que han sido verdaderos maníacos a la hora de despedir a sus empleados. Empresarios que cuando uno de sus trabajadores les pedía la baja voluntaria para irse a otra empresa donde mejoraban su situación económica y laboral les decían que no, que él –el empresario- les iba a mejorar el sueldo, el trabajador cedía en su intención de marcharse y a los dos o tres meses el “buenazo” del jefe lo despedía, jactándose de que de su empresa no se iba nadie sin que él lo decidiera. De esos he conocido unos cuantos.
También le puede contar casos como el de que una empresa cierra y abre por la puerta de atrás y les ofrece a sus empleados seguir a sus órdenes, pero con una condición, solo exigida a los más mayores, de que ellos seguirán cobrando lo mismo que venían percibiendo mensualmente, con la variante de que la empresa ponía una cantidad y el resto, hasta llegar al total, saldría de lo que el trabajador iba a cobrar en el paro. Con lo cual el dinero del paro, que era del trabajador, no del empresario, era una especie de ayuda al patrón, un “subsidio” por mantener a un trabajador que dicho sea de paso y como es natural no estaba dado de alta en la Seguridad Social. Ya me dirá usted que rumbo iban a tomar personas con más de cincuenta años. Ajo y agua.
Y ahora nos vienen los Trichet y los Fernández Ordoñez, que no vieron venir al lobo, intentando imponer unas fórmulas y unas cargas a quienes no tienen culpa de nada: A los trabajadores. Se ha perdido la poca vergüenza que quedaba en este mundo. Estamos en manos de verdaderos cafres fracasados. A los que, curiosamente, no se les he exigido ningún tipo de responsabilidad. Como se le va a exigir responsabilidad a unos ineptos.
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