¿Santo o santurrón?
En ocasiones tengo la sensación de que el vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, tiene madera de santo milagrero y ello es debido a que con su forma de actuar y de decir, es capaz de hacer hablar a los mudos.
Recientemente ha dicho, criticando la no asistencia de Zapatero al funeral del soldado muerto en atentado terrorista en Afganistán por encontrarse el presidente de viaje hacia los EE.UU., que le hubiera gustado ver al jefe del Ejecutivo junto a la familia del soldado. Ahí es donde se refuerza mi percepción de que González Pons, está impregnado de santidad. Con este ejercicio de hipócrita santurrón ya me dirá usted si no es capaz de provocar que hasta los mudos hablen para recriminarle y decirle que es conmovedor que desde el PP se preocupen tanto por los soldados españoles que están desempeñando misiones de paz en distintos países. Que como se atreve a reprocharle a Zapatero su no asistencia cuando gobernando su partido, el PP, no tuvo la más mínima consideración con esos soldados que prestan servicio en zonas conflictivas a los cuales los metían en esos aviones que más que aviones eran ataúdes volantes porque su precio de alquiler era barato, hasta que ocurrió lo que muchos militares denunciaron que podía ocurrir: La terrible tragedia del Yak-42. Algo que se pudo evitar si el Gobierno de Aznar hubiera hecho caso de las denuncias sobre el estado de esos mal llamado aviones y de sus tripulaciones.
Pero vista la falta de ética en González Pons, habrá que preguntarse si es un santo o un santurrón. Yo más bien lo calificaría de santurrón por que sus palabras muestran hipócritamente una devoción y una santidad exageradas y fingidas. Esa eclosión de amor y fidelidad especiales hacia alguien o algo es propia de un oportunismo indigno al apoyarse en un hecho luctuoso para criticar a su oponente. Como dijo Shakespeare: “Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo”.
Recientemente ha dicho, criticando la no asistencia de Zapatero al funeral del soldado muerto en atentado terrorista en Afganistán por encontrarse el presidente de viaje hacia los EE.UU., que le hubiera gustado ver al jefe del Ejecutivo junto a la familia del soldado. Ahí es donde se refuerza mi percepción de que González Pons, está impregnado de santidad. Con este ejercicio de hipócrita santurrón ya me dirá usted si no es capaz de provocar que hasta los mudos hablen para recriminarle y decirle que es conmovedor que desde el PP se preocupen tanto por los soldados españoles que están desempeñando misiones de paz en distintos países. Que como se atreve a reprocharle a Zapatero su no asistencia cuando gobernando su partido, el PP, no tuvo la más mínima consideración con esos soldados que prestan servicio en zonas conflictivas a los cuales los metían en esos aviones que más que aviones eran ataúdes volantes porque su precio de alquiler era barato, hasta que ocurrió lo que muchos militares denunciaron que podía ocurrir: La terrible tragedia del Yak-42. Algo que se pudo evitar si el Gobierno de Aznar hubiera hecho caso de las denuncias sobre el estado de esos mal llamado aviones y de sus tripulaciones.
Pero vista la falta de ética en González Pons, habrá que preguntarse si es un santo o un santurrón. Yo más bien lo calificaría de santurrón por que sus palabras muestran hipócritamente una devoción y una santidad exageradas y fingidas. Esa eclosión de amor y fidelidad especiales hacia alguien o algo es propia de un oportunismo indigno al apoyarse en un hecho luctuoso para criticar a su oponente. Como dijo Shakespeare: “Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo”.
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