Cuando se cae en el ridículo
Hay situaciones en las que parece que los humanos tenemos una visión clara de las cosas. Son esos momentos en que se debe de actuar desde el principio del convencimiento y de la razón e intentar hacer valer lo que en justicia corresponde. Pero hay otros momentos en que se parte desde un principio equivocado o desde aquello que uno cree que las cosas son como él las ve o las piensa y la realidad suele ser distinta. Las cosas no siempre suelen ser como uno quiere sino como son e intentar darle la vuelta puede provocar que se caiga en el equívoco y hasta en el ridículo.
Esto es lo que le ha sucedido al Partido Popular al rechazar el Tribunal Constitucional el recurso que el partido de la derecha presentó contra la Ley del Aborto pidiendo la suspensión cautelar de la misma. Por cierto es el segundo varapalo que el Constitucional le asesta al PP en poco tiempo. El primero fue con lo del Estatut de Catalunya y el segundo este del aborto. Es evidente que esto supone que en el PP se presentan los recursos sin un razonamiento válido y no con el debido análisis y conocimiento de causa que lleva a plantear una argumentación coherente y legítima, con lo cual se queda muy mal ante la opinión pública y rozando los límites del ridículo.
El que se ha columpiado entre el ridículo y la bufonada ha sido el presidente de la Región de Murcia, Ramón Luís Valcárcel, quien se hizo muy fuerte ante la Ley del Aborto y dijo que la iba a recurrir y que no pensaba aplicarla en Murcia, para posteriormente recular, ante la negativa del Constitucional a admitir el recurso del Partido Popular. No se explica que es lo que iba a argumentar el presidente murciano para retirar su recurso, si tenía argumentos válidos para recurrir debió hacerlo a pesar de lo que el Constitucional haya dictaminado sobre el recurso del PP, pero está claro que no había razonamientos para presentar un recurso lo cual viene a poner de manifiesto, una vez más, que aquí de lo que se trata es de boicotear cualquier iniciativa del Gobierno de España, lo cual demuestra que en el PP no se actúa en beneficio del interés general sino buscando la rentabilidad partidista. Al final siempre acaban tirando piedras sobre su propio tejado.
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