¡Los hay con suerte!
Cuando vemos como en los fines de semana la gente sale a cenar fuera de casa y los restaurantes, los normalitos, están llenos de comensales solemos decir aquello de: ¿Ves como la cosa no está tan mal? Pues bien, quien se deje guiar por estos signos se equivoca de parte a parte, la cosa, según la escala social que aglutina a la clase productora, está regular tirando a mal, mal, muy mal y peor. La gente sale, sí, porque si en esta vida se tratara solamente de ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, sin más, sería de verdaderos idiotas el ir a trabajar. Para únicamente sobrevivir no hace falta “matarse” a trabajar. No es que la gente aspire a mucho, a la abundancia, no, pero si al menos sacarle un mínimo de “jugo” a la vida, no hablemos del placer, eso es algo muy lejano para la mayoría de los ciudadanos, pero esa mayoría ya hace tiempo que se apuntó a aquello de “vivir al día” y aprovechar de la mejor manera posible lo que tanto sacrificio le cuesta obtener: El escaso salario. Máxime cuando es muy cierto aquello de: “A vivir que son dos días”
Mientras esto le ocurre a millones de personas vemos como hay empresas que cuentan sus beneficios por miles de millones de euros, superando, normalmente, a los beneficios obtenidos en el ejercicio anterior, no las menciono porque creo que están en la mente de todos y a las cuales aún se las subvenciona por parte del Estado con dinero proveniente de esos “que mira que bien están que los sábados los restaurantes están llenos”, pero nadie se fija en que el menú es muy austero desde luego “poco delicioso” y exento de “exquisiteces”. Esas empresas “priman” muy generosamente a sus ejecutivos, pero nadie se fija en que los restaurantes que frecuentas estos ejecutivos también están llenos. Del menú ni les digo. Es de esos que vemos en algunas películas. Menos mal que a la hora de “valorar” la situación no se fijan en estos porque si no iba a resultar que “todo el monte es orégano” y que todos nadamos en la abundancia y eso no es verdad. Dicho esto podríamos exclamar aquello de: ¡Los hay con suerte! Pero yo más bien me inclino a creer que es más cuestión de privilegios. Dichosos ellos, porqué además suyo será el reino de los cielos, porque a ver quién es el “afortunado” que con su módico salario se puede comprar un billete de avión para llegar al firmamento.
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