¡Ah! ¿Era esto?
Los que vivimos los 40 años de dictadura y en particular los que nacimos después de finalizada la Guerra Civil Española, durante esos años estuvimos oyendo contar y hablar a los mayores, los que habían vivido en las décadas anteriores a la Segunda República, sobre lo que era la democracia y la lucha del pueblo por conseguirla. Significaba libertad, la soberanía del pueblo para elegir libremente a sus dirigentes y que las personas y sus ideas fueran respetadas y que esas ideas y esos pensamientos se pudieran exponer en la calle y poder hablar y manifestarse con absoluta libertad. Los que, como en mi caso, solemos manifestarnos a diario mediante la publicación de aquello que pensamos y queremos hacer partícipes de ello a los que puedan leer nuestros escritos, somos amantes de la democracia, de la libertad, y esos sentimientos se vieron favorecidos el 6 de diciembre de 1978 cuando los ciudadanos mediante el voto libre y secreto aprobaron nuestra Constitución.
Desde aquel 6 de diciembre de 1978 han pasado 34 años y ha habido etapas, años, en los que hemos podido ver, palpar y disfrutar de esa libertad, de saber lo que es la democracia, una democracia y una libertad que en los últimos tiempos se ha venido degradando. Actualmente estamos asistiendo al “revival” de los demócratas de “toda la vida”: la derecha. Critican, demonizan y criminalizan a todo aquel que muestra su desacuerdo con su forma de hacer las cosas y han enterrado el Estado de Bienestar intentando retornarlo a los tiempos del franquismo, al Estado del Malestar, de la falta de libertad, de algún modo nos están llevando al despotismo ilustrado, a aquello de: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Estamos asistiendo a las actitudes de los representantes de la derecha, de individuos como Carlos Floriano, que no tienen ningún empacho en decir que hay que poner límites a la libertad de expresión así como hemos escuchado decir a Ignacio González, presidente la Comunidad de Madrid, que “hay que poner límites a las publicaciones de los medios de comunicación”. Esto, por mucho que intenten disimularlo, no son casos aislados, son consignas. Comprobamos como a aquellos que se manifiestan porque han perdido su trabajo y sus casas y están con sus hijos en la calle pasando miserias y calamidades y que este Gobierno dice, según Esteban González Pons, otro de sus voceros, que es “consciente y entienden el sufrimiento” de estas personas, cuando no entienden nada, y no lo entienden porque no se preocupan ni interesan por comprenderlo, a esos ciudadanos indefensos y viviendo en la indigencia, que son millones, no se les permite ya ni manifestarse en la calle o ante quienes ellos consideren oportuno. Desde el Gobierno se ha dicho que no se va a permitir que los que protagonizan los escraches lleguen hasta la puerta del domicilio de los políticos, pero sí que podrían hacerlo ante las sedes de los partidos y en la primera ocasión que ha habido de intentar estos manifestarse, unas 200 personas, ante la sede del PP en la madrileña calle Génova, se han encontrado, según relata la prensa, con más de una treintena de furgonetas de la Policía Nacional y decenas de agentes que les ha impedido acercarse a la sede de los populares. Aquí no se mueve nadie, y lo malo es que no enfrente no tienen a nadie. A nadie en absoluto.
Se vuelve a los medios represivos de antes, de la dictadura. La intimidación, el amedrentamiento, está en la orden del día, los que se mueven son tratados de “proetarras”, de actuar como la “kale borroka” y de “antisistema”. Tratan de “antidemócratas”, ahora se permiten presumir de demócratas, a sus adversarios políticos. Se han dado instrucciones a los fiscales para que informen sobre los escraches que se produzcan. Para hacer creer que respetan la democracia y la pluralidad de ideas y de pensamiento, ya no emplean el “acojonante” calificativo de “rojo” o de “comunista” a la hora de calificar a los que protestan, como hacían cuando la derecha gobernaba bajo el amparo del dictador. Es muy cierto eso que se dice de que “la cabra tira al monte”-
Cuando ha habido, como antes he dicho, años en los que hemos disfrutado de la democracia, de la libertad, y ahora vemos el rumbo que está tomando, hay momentos en los que uno se pregunta: ¡Ah! ¿Era esto? ¿Esto es la democracia? No, no lo es, no debe serlo aunque algunos se empeñen en hacernos creer aquella frase a la que antes he hecho alusión de: “Todo para el pueblo… pero sin el pueblo”. La primera parte de la frase es mentira y la segunda es la que refleja la realidad. Ante este estado de cosas a quien le puede extrañar que la gente se lance desesperada a la calle.
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