Hacia una España Mejor

lunes, junio 30, 2014

Adulterio y cachondeo

No sé si usted, querido lector, conoce aquel viejo chiste en el que se contaba que un marido sorprendió a su esposa “encamada” con un extraño en su propio domicilio. Eran aquellos tiempos en que a la mujer, por hechos de estas características, se la podía juzgar y condenarla por adulterio. El hombre podía hacer lo mismo pero en lugar de ser condenado por un juez, se le nombraba el “machote del año”. El caso, según el viejo chiste, es que el marido denunció este hecho ante el juez motivo por el cual el magistrado emplazó a las partes para que las mismas pudieran manifestar sus diferentes versiones sobre lo sucedido. En primer lugar habló el marido el cual relató al juez lo que vio en su día en su misma alcoba reiterándose en su petición de que su esposa fuese condenada por adulterio y cachondeo. Oído esto, el juez respondió al marido que había entendido perfectamente lo del presunto adulterio pero que no alcanzaba a ver donde radicaba el hecho del posible cachondeo. Ante esto el esposo amplió su relato y le contó al juez que al presenciar la escena de su mujer en la cama con otro señor le pidió a esta explicaciones sobre lo que estaba sucediendo o lo cual la esposa le respondió: ¡Tú calla! ¡Siéntate ahí, mira y aprende! Rematando su relato preguntándole al juez si le parecía poco cachondeo la respuesta de la mujer. Me he acordado de este chiste cuando he escuchado lo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha dicho al referirse al aforamiento exprés del Rey emérito, por cierto, y en mi opinión, un espectáculo bufo y bochornoso y que flaco favor le hace a don Juan Carlos y que solo sirve para que muchos españoles se estén preguntando que “peligros” legales acechan al anterior Rey. Cierto es que el Partido Popular con su voto favorable al aforamiento al exrey ha asegurado a este una situación de privilegio ante la Justicia, pero por otro lado le ha dejado muy mal ante la ciudadanía al echar por tierra aquella afirmación del abdicado monarca de que “la Justicia es igual para todos”. Rizando el rizo, el presidente Rajoy y su camarilla no han tenido empacho alguno en intentar confundir, una vez más, a la opinión pública argumentando en un principio, como justificación a la necesidad de ese aforamiento, que los senadores y diputados nacionales disfrutan de esta condición, para después “bajar” el listón, a costa de dejar a estos como unos “mindundis”, señalando que los diputados autonómicos también gozaban de esta gracia y que por tanto el antecesor de Felipe VI, con 39 años de “servicio”, tenía el mismo derecho. No iba a ser menos que un diputado autonómico. Evidentemente la gente no es tonta y ya va conociendo los vericuetos del entramado y rocambolesco estatus legal de los cargos públicos y tiene muy claro que un senador, un diputado nacional o autonómico al igual que cualquier otro servidor público aforado, pierde su condición de tal cuando deja el cargo por la causa que fuere y está claro que don Juan Carlos ya no es el Rey de España, ahora lo es su hijo Felipe VI, y por tanto debe ser tratado jurídicamente como cualquier español de a pie. No sé hasta qué punto puede beneficiar al anterior monarca el aforamiento y de que consecuencias negativas para él le puede servir de salvaguarda, pero lo que si queda claro es que “hay cariños que matan”. El Gobierno, le ha hecho un flaco favor a su imagen y a su prestigio. En otro orden de cosas tampoco es muy digerible el argumento dado por Rajoy para justificar que la baja de impuestos a los empresarios va a crear más empleo. Los empresarios siempre han pedido, aparte de la baja de impuestos, sobre todo el de sociedades, la rebaja en las cotizaciones a la Seguridad Social, el abaratamiento del despido y la baja de salarios, justificando esta petición con el manido argumento de que esto crearía empleo. El despido barato y la rebaja salarial ya se la ha concedido Rajoy con sus reformas laborales y, a la vista está el resultado: Hay un millón más de parados. Evidentemente el bajar los impuestos a las empresas no ha influido nunca, ni influirá en el futuro, la experiencia así lo demuestra, en la creación de más puestos de trabajo. Se preguntará usted que tiene todo esto que ver con el chiste. La respuesta es bien simple: Adulteran la verdad y se cachondean de todos los españoles, tomándoles por unos tontos que se lo tragan todo y todo ello con la malsana y sospechosa intención de beneficiar a unos pocos. Como siempre, claro.