El gin-tonic marca el sacrificio
Ya la definiría como la frase más atrevida y burlona del mes. Me refiero a la pronunciada por la vicepresidenta el Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, al decir que “ha llegado la hora del sacrificio de los políticos”, lo cual viene a poner de manifiesto que durante los cuatro o cinco años, he perdido la cuenta, que llevamos de crisis los políticos no se han privado de nada. Nuestros representantes, al menos así se consideran ellos, a partir de ya van a saber lo que vale un peine porque si toca sacrificarse como lo están haciendo el resto de los españoles es de esperar que, particularmente en el PP, no sigan repartiendo sobres o sobresueldos o gastos de “representación” como les quieran llamar, que puedan acabar yendo a las oficinas del INEM a fichar cobrando un mísero subsidio, que vean sus sueldos reducidos como lo están viendo todos los trabajadores, que cobren menos pluses y dietas por su condición de parlamentarios, que se les prohíba pegar alguna “cabezadita” en su escaño durante las sesiones, que tengan que hacer horas extras sin cobrarlas como le ocurre a muchos españoles, que sus cargos sean temporales, como los contratos laborales, y no indefinidos como ocurre con muchos de los políticos, que se vean bajo la amenaza del desahucio por cobrar menos o estar en el paro, que no puedan pagar el comedor escolar de sus hijos ni tampoco comprarles los libros, que no puedan dar a sus hijos aquello que les es fundamental para proporcionarles una vida lo más feliz posible y aquello que les es necesario para que no vivan bajo la zozobra y el agobio que se percibe en muchos hogares, en fin que ese sacrificio que anuncia la vicepresidenta sea como el de todos los españoles, que cuando llueva todos nos mojemos y no los de siempre.
Justo es reconocer que hace pocas fechas se pudo “abortar” la intentona de subvencionarles el gin-tonic que sus señorías toman en el bar del Congreso y del Senado al cual le pusieron un precio mediante el cual el coger una buena cogorza costaba a sus señorías tres perras gordas, si la quieren “agarrar” tendrán que pagar el mismo precio que cuesta en el bar de la esquina. Por cierto, también deberían pagar el valor real de las comidas que hacen en los bares de estas dos instituciones y para que ello sea así lo procedente sería que el dinero público no sirviera para “abaratarles” el plato a sus señorías. Hasta la comida tienen subvencionada mientras otros tienen que recurrir a la caridad para poder comer todos los días aunque se una sola vez. De todos modos por algo hay que empezar y se ha comenzado por el gin-tonic. Eso ya supone un indicativo de que lo de que los políticos se van a sacrificar puede ser una realidad. ¿O no? Vaya usted a saber.
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