¿Hacen milagros los obispos?
Una vez más la Iglesia, y más concretamente la Conferencia Episcopal Española, ha salido a hablarnos de ética, del derecho a la vida y de todo eso que, según los obispos, nos mostramos contrarios los humanos, y en esta ocasión lo han hecho fundamentándose en el nacimiento de un niño al cual se le ha eliminado una enfermedad hereditaria y que puede ayudar a su hermano mayor a sanar.
Hace unos pocos días, un buen amigo me hacía llegar un artículo firmado por el teólogo José María Castillo y publicado en El Ideal, titulado “La crisis: el silencio de las iglesias”. En una de sus partes el artículo decía: “Llama la atención que las autoridades de la Iglesia hablen tanto de algunas cosas y, sin embargo, de otros asuntos muy preocupantes para la gente, como es el caso de la crisis económica, no dicen ni palabra. Por supuesto es arriesgado afirmar que el Papa, los cardenales y los obispos, tantos como son, no hayan dicho nada sobre un asunto del que todo el mundo habla con preocupación y con angustia. Sin duda que el Papa y los obispos han hablado del tema”. “Pero el hecho de que la opinión pública sabe perfectamente lo que la jerarquía piensa y dice sobre el aborto, la eutanasia, el divorcio, la homosexualidad, el uso de anticonceptivos, la asignatura de la educación para la ciudadanía, etc. etc., mientras que la gente no tiene ni idea de lo que piensan los obispos sobre la crisis del sistema financiero, la quiebra de los bancos, la subida de los precios, el paro, las hipotecas basura, la “codicia” que según el Comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea, Joaquín Almunia, está en la raíz de toda esta crisis, tan profunda, tan oscura, tan grave”. “Es verdad que los asuntos relativos a la economía suponen conocimientos técnicos, que no están al alcance de todos, ni siquiera de los obispos que se supone son hombres bien formados y con buena preparación, para decir, como pastores de los fieles, lo que los creyentes deben pensar de los problemas que tienen en sus vidas y sus conciencias. Estamos de acuerdo en que, de economía, que hablen los economistas. Pero, si ese criterio es correcto, con idéntica razón habrá que decir que de biología hablen los biólogos. ¿ Por qué los obispos hablan con tanta seguridad sobre un asunto como las células madre, el final de la vida, los experimentos científicos con embriones o las fecundaciones “ in Vitro”, siendo así que la mayoría de los prelados soben de biología menos aún que lo que pueden saber de economía?”. “Sinceramente, me sospecho que el silencio de los obispos sobre los temas de economía no se debe a la ignorancia, sino a otras motivaciones más oscuras….”. Hasta aquí parte del artículo firmado por el teólogo José María Castillo. Como ven, es un artículo bastante bien enfocado y que pone las cosas en su sitio y sobre todo lo más importante: Que nos hace reflexionar sobre la errática postura de la Iglesia.
En el caso del llamado “niño medicamento” la Iglesia dice que “la dignidad del ser humano exige que los niños no sean producidos, sino procreados…” A mi me parece bastante torpe esta manifestación por parte de la Iglesia ya que nos puede llevar a preguntarnos si Jesús, fue producido, procreado o qué.
En cualquier caso y mientras los obispos, Rouco, García Gasco, Martínez Camino y el resto de obispos no nos demuestren que pueden hacer milagros tales como sanar a los enfermos, habrá que confiar en la ciencia para hacer posible que las personas pueden nacer, crecer y vivir dentro de un marco digno, sin enfermedades o taras físicas que puedan llevarles a la infelicidad y hasta el maldecir seguir viviendo. La ciencia, el tratamiento de la genética, nos puede llevar a que en muchos casos se pueda evitar el que haya personas que deseen acabar con su vida antes de tiempo. Eso sí es defender la vida. Lo otro, lo de la oración y la resignación cristiana solo nos lleva a un camino que no conduce a parte alguna salvo a prolongar el sufrimiento y la agonía de las personas. Y conste que quien esto firma se declara creyente. Pero una cosa es creer y la otra estar ciego y sordo y mostrarse insensible ante el sufrimiento de los demás. Por cierto, no me consta protesta ni crítica alguna por parte de los obispos, cuando los príncipes de Asturias decidieron guardar congeladas en un banco de sangre de Tucson (Arizona, EEUU) células madre procedentes del cordón umbilical de su hija la Infanta Leonor.
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