Rouco despidió el año
En la víspera del Día de los Santos Inocentes, el presidente de la Conferencia Episcopal, Rouco Varela, despidió el año volviéndose a dar un baño de multitudes que tanto parecen agradarle. El arzobispo de Madrid cargó de nuevo contra el aborto y alertó del peligro de la aceptación de “diversos modelos familiares” ante una enfervorecida y multitudinaria asistencia de fieles a la misa celebrada al aire libre en Madrid.
He leído la información que se dio y más o menos resultó ser más de lo mismo. Ante esto, y como siempre, he echado de menos el que no se haya tenido en cuenta a los desarraigados a los menos, o nada, favorecidos a los que por diversos motivos están sin familia y pasan todo tipo de calamidades, ni una sola palabra para ellos para los que pasan hambre y frío en estas felices, para unos, fiestas y no tanto para ellos. Nada, ni una sola alusión. Los desgraciados no cuentan para Rouco y los que le aclaman.
Estamos asistiendo a diario a las llamadas de los responsables de Caritas pidiendo ayuda a todos, ciudadanos y ayuntamientos, para poder atender a los que acuden a sus comedores. Caritas no puede atenderles por falta de medios económicos y ante esto pienso yo que todos esos miles y miles de “fieles”, fieles a quien, me pregunto, que van a jalear y a aplaudir a Rouco bien podrían, habilitando mesas de recogido en esos actos, depositar diez euros cada uno de ellos, no es mucho, para de este modo ayudar a los que no tienen ni tan siquiera donde caerse muertos, para evitar que al menos no pasen hambre. Pero claro si estos pobres indigentes no tienen familia que les ayude ese, deben pensar Rouco y los que le aclaman, es su problema. Aquí de lo que se trata es de conservar a la familia según el modo de pensar de Rouco y su corte. Lo demás no es digno de tener en cuenta.
Si todos esos, según dicen, miles y miles de “amantes” de la familia se preocuparan de los necesitados de aquellos a los que Dios dice que hay que dar amparo estoy seguro de que ese Dios les estaría altamente agradecido. Más solidaridad y menos cinismo es lo que verdaderamente se precisa. Solidaridad con aquellos que están solos y en mala situación y menos cinismo a la hora de plantear un modelo de familia que, en mi opinión, en muchos, muchísimos, casos coarta la formación en libertad de sus hijos al imponerles estereotipos ya caducos e impropios de una sociedad acorde con el cambio que impone el progreso social al que se oponen, tal y como yo lo veo, con sus mentalidades obsoletas, retrógradas, intolerantes y reaccionarias. Más pan y menos manteles. A Rouco y sus fieles se les podría aplicar aquello de que “una cosa es predicar y la otra dar trigo”. O lo que es lo mismo: Una cosa es gritar por la vida y la familia y otra evitar que muchos que no tienen familia, que están en el más absoluto desamparo, mueran por causa del hambre y las calamidades. Esos también forman parte de la gran familia de Dios y por ello merecen ser considerados y atendidos.
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