El resplandor
Por si alguien se puede confundir con el título de este comentario he de aclarar que no me voy a referir a la novela de Stephen King, “El Resplandor”, ni a ninguno de sus visionarios y atormentados personajes, sino a la noticia que leí en un periódico que me hace pensar que esto marcha, el salir del coma profundo en que se halla la cosa esta de la economía está a la vuelta de la esquina, hay signos que nos hacen abrigar la esperanza de que va a ser así y que va a resultar todo lo contrario de lo que auguran esas mentes enfermizas que dicen que hemos entrado de nuevo en recesión tal y como ya la hemos vivido y seguimos viviendo.
Los signos positivos de la recuperación se fundamentan en el hecho de que el parisino y superfamoso Hotel Ritz de París está siendo objeto de una profunda reforma para que su actual calificación de cinco estrellas pase a ser de la categoría de “palace” una nueva clasificación que hace un año que las autoridades del país vecino se han inventado para dotar a este tipo de establecimientos de una categoría superior. El Ritz, donde pasar una noche en una de sus habitaciones más sencillas cuesta 850 euros y las suites están por encima de los 2.000 y no digamos de la suite imperial, el lujo del lujo, donde ya nos vamos a los 13.900 euros por dormir una noche en ella. Pero resulta que el Ritz, que es uno de los hoteles de superlujo más famosos de Francia, no es el más caro, los hay que la suite imperial está por los 40.000 euros, los hay de 25.000 y de 15.500 euros.
Esta decisión de los propietarios del Ritz de darle más categoría, lujo, modernismo y confort al famosísimo hotel no se adopta si no hay la seguridad de que le van a sacar una buena renta como consecuencia de la reforma y de la nueva clasificación. Las obras van a durar dos años y eso supone mucho dinero a invertir, dos años durante los cuales estará cerrado y sus 500 empleados irán al paro. Pero es evidente que sus dueños tontos no son y lo llevan demostrando desde 1898, año nefasto para España que perdió muchos territorios de ultramar, en que su fundador César Ritz tuvo la visión de que un hotel de esas características era un buen negocio. No fue 1898 un año malo para todos.
Aquí en España el lujoso hotel María Cristina de San Sebastián, que como el Ritz vivió la época dorada de la “belle époque”, también está dando los mismos pasos que el parisino y va a cerrar, durante nueve meses, es posible que ya lo haya hecho, para acometer importantes reformas a fin de darle mayor majestuosidad y por tanto atraer a mayor número de clientes. Ambos, Ritz y María Cristina, saben que el dinero anda por ahí escondido, no se ha quemado ni se lo ha llevado el río, y que los que lo poseen no van a tardar mucho en aflorarlo, porque la verdad no creo que estas reformas se hagan esperando a que el Imserso potencie y amplíe sus ofertas a los jubilados y pensionistas, seguro que la cosa no va por ahí, mucho menos después de que este organismo haya sufrido un recorte del 25% en su dotación presupuestaria. Si antes era imposible más lo es ahora. Los jubilados y pensionistas están más por pasar su tiempo de ocio y vacaciones en lugares donde su exigua pensión se lo permita. No, no crean los usuarios del Imserso que van a disfrutar del Ritz y del María Cristina. Ya pueden ir quitándoselo de la cabeza. Eso es para aquellos a los que la recesión, palabra esta, “recesión”, que se emplea ahora para decir que estamos en las últimas por no decir en la más pura de las miserias como diría Groucho Marx, no les afecta, sino para los que están en el antónimo de la miseria es decir para los que viven inmersos en la riqueza y en la opulencia. O sea para los que la recesión es una palabra que ni la conocen ni les preocupa.
Si algún ciudadano ve un resplandor al fondo de este oscuro túnel, o cree en lo que ha dicho el ministro de Economía, Luis de Guindos, de que “hay luz al final del túnel” que no crea que es un signo de posible recuperación económica pues realmente este resplandor proviene de la llama de una cerilla con la cual alguien está prendiendo fuego a la colilla de un cigarrillo que ha recogido del suelo. Alguien que nunca dormirá en el Ritz ni en el María Cristina y que por no tener no tiene ni subsidio de desempleo. Es decir, ese alguien se concreta en millones de personas en situación muy crítica. Pero estos, los de la colilla, tendrán una ventaja, jamás les podrá atormentar la añoranza de las “noches del Ritz” –como dice la popular canción- porque nunca han tenido, ni tendrán, ocasión de gozar de ellas. Por cierto: ¿ha dimitido ya Carlos Dívar?
Los signos positivos de la recuperación se fundamentan en el hecho de que el parisino y superfamoso Hotel Ritz de París está siendo objeto de una profunda reforma para que su actual calificación de cinco estrellas pase a ser de la categoría de “palace” una nueva clasificación que hace un año que las autoridades del país vecino se han inventado para dotar a este tipo de establecimientos de una categoría superior. El Ritz, donde pasar una noche en una de sus habitaciones más sencillas cuesta 850 euros y las suites están por encima de los 2.000 y no digamos de la suite imperial, el lujo del lujo, donde ya nos vamos a los 13.900 euros por dormir una noche en ella. Pero resulta que el Ritz, que es uno de los hoteles de superlujo más famosos de Francia, no es el más caro, los hay que la suite imperial está por los 40.000 euros, los hay de 25.000 y de 15.500 euros.
Esta decisión de los propietarios del Ritz de darle más categoría, lujo, modernismo y confort al famosísimo hotel no se adopta si no hay la seguridad de que le van a sacar una buena renta como consecuencia de la reforma y de la nueva clasificación. Las obras van a durar dos años y eso supone mucho dinero a invertir, dos años durante los cuales estará cerrado y sus 500 empleados irán al paro. Pero es evidente que sus dueños tontos no son y lo llevan demostrando desde 1898, año nefasto para España que perdió muchos territorios de ultramar, en que su fundador César Ritz tuvo la visión de que un hotel de esas características era un buen negocio. No fue 1898 un año malo para todos.
Aquí en España el lujoso hotel María Cristina de San Sebastián, que como el Ritz vivió la época dorada de la “belle époque”, también está dando los mismos pasos que el parisino y va a cerrar, durante nueve meses, es posible que ya lo haya hecho, para acometer importantes reformas a fin de darle mayor majestuosidad y por tanto atraer a mayor número de clientes. Ambos, Ritz y María Cristina, saben que el dinero anda por ahí escondido, no se ha quemado ni se lo ha llevado el río, y que los que lo poseen no van a tardar mucho en aflorarlo, porque la verdad no creo que estas reformas se hagan esperando a que el Imserso potencie y amplíe sus ofertas a los jubilados y pensionistas, seguro que la cosa no va por ahí, mucho menos después de que este organismo haya sufrido un recorte del 25% en su dotación presupuestaria. Si antes era imposible más lo es ahora. Los jubilados y pensionistas están más por pasar su tiempo de ocio y vacaciones en lugares donde su exigua pensión se lo permita. No, no crean los usuarios del Imserso que van a disfrutar del Ritz y del María Cristina. Ya pueden ir quitándoselo de la cabeza. Eso es para aquellos a los que la recesión, palabra esta, “recesión”, que se emplea ahora para decir que estamos en las últimas por no decir en la más pura de las miserias como diría Groucho Marx, no les afecta, sino para los que están en el antónimo de la miseria es decir para los que viven inmersos en la riqueza y en la opulencia. O sea para los que la recesión es una palabra que ni la conocen ni les preocupa.
Si algún ciudadano ve un resplandor al fondo de este oscuro túnel, o cree en lo que ha dicho el ministro de Economía, Luis de Guindos, de que “hay luz al final del túnel” que no crea que es un signo de posible recuperación económica pues realmente este resplandor proviene de la llama de una cerilla con la cual alguien está prendiendo fuego a la colilla de un cigarrillo que ha recogido del suelo. Alguien que nunca dormirá en el Ritz ni en el María Cristina y que por no tener no tiene ni subsidio de desempleo. Es decir, ese alguien se concreta en millones de personas en situación muy crítica. Pero estos, los de la colilla, tendrán una ventaja, jamás les podrá atormentar la añoranza de las “noches del Ritz” –como dice la popular canción- porque nunca han tenido, ni tendrán, ocasión de gozar de ellas. Por cierto: ¿ha dimitido ya Carlos Dívar?
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