Hacia una España Mejor

jueves, agosto 23, 2012

¿Quién era el enfermo mental?


Creo que todos, en alguna ocasión, hemos podido observar, ante la actitud de algunos agentes del “orden”, he dicho “algunos” no todos, que no están en condiciones de ser portadores ni tan siquiera de una “porra”, mucho menos de un arma de fuego.
¿Qué está pasando? Aun no nos hemos repuesto de la masacre habida en Sudáfrica donde 34 mineros en huelga murieron ametrallados a bocajarro por las fuerzas policiales, resultando, además 70 mineros heridos, estando presentes las cámaras de televisión, una masacre horrorosa y escalofriante que ha conmovido a todos aquellos que tuvimos ocasión de presenciarlo a través de las distintas emisoras de televisión, cuando aún no ha desaparecido nuestro asombro ante tamaña carnicería, la prensa nos da cuenta de que en un pueblo situado a 160 kilómetros al norte de Detroit en los EEUU, seis agentes policiales han dado muerte a una persona con sus facultades mentales mermadas. Cuarenta y seis fueron los disparos que recibió la víctima. Según el informe policial, los agentes creyeron –creyeron- que el fallecido portaba un cuchillo y mostraba una actitud peligrosa y desafiante. Los hechos ocurrieron el pasado 1 de julio y fueron grabados con un teléfono móvil por un hombre desde su coche. Lo que desencadeno esta esquizofrénica actuación policial, según la misma policía, fue que el fallecido mantuvo un altercado con un dependiente de un establecimiento del centro comercial por un café. Según relata El País cuando uno de los policías le dijo que bajara el cuchillo que presuntamente llevaba en la mano, la víctima se niega y se mueve hacia un lado momento en que es abatido por los 46 disparos que la policía efectuó durante cinco segundos a pesar de que el fallecido acababa de gritarles a los policías que había tirado el cuchillo al suelo. De momento y en lo que afecta a los seis agentes causantes de tan bárbaro “fusilamiento”, hubiera bastado, si ello hubiese sido necesario, con dispararle un tiro a una pierna. Estos policías implicados han sido asignados a otras operaciones mientras se revisa su actuación, lo que no se concreta es si se les ha privado del arma o siguen siendo poseedores de ella.
Creo que todos, en alguna ocasión, lo hemos podido observar, ante la actitud de algunos agentes del “orden”, he dicho “algunos” no todos, que no están en condiciones de ser portadores ni tan siquiera de una “porra”, mucho menos de un arma de fuego. No sé si a todos los policías, antes de entregarles un arma, se les efectúa algún tipo de test o de prueba para determinar cuál sería su reacción ante cualquier incidencia que se pudiera dar siendo portadores de algún tipo de arma, ya sea porra, lanza botes de gases, pistolas o fusil, si esto se hace sería de todo punto imprescindible que periódicamente se les volviese a someterse a un sicoanálisis para evitar que puedan darse situaciones tan lamentables como irreversibles. El cambio en lo que se refiere al correcto y necesario equilibrio síquico de las personas suele darse en bastantes individuos, de ahí la necesidad de que se controle lo de darle un arma a un funcionario de las fuerzas policiales. Un individuo al que se le provee de un arma sin tener sus facultades mentales en orden, es una bomba de relojería que al final acaba estallando. En cualquier caso hay que tener en cuenta lo dicho por la madre pronunciando frases tales como “no había necesidad de matarlo no era un asesino”, “podrían haberle hecho cualquier otra cosa, “ha sido ejecutado por un pelotón de fusilamiento” o “no logro entender como seis seres humanos pueden colocarse frente a uno y disparar 46 veces”, “un disparo es suficiente, ¿por qué 46?”. Todas las frases son coherentes y muy razonables.
Todo esto me recuerda el título de aquella película “El Mundo está loco, loco, loco”. En este caso de los seis policías y el enfermo mental cabe preguntarse que quién era en realidad el enfermo, si el fallecido o los policías que lo masacraron.