Cuando se pierde la esperanza
Comienzo esta reflexión con una frase del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, en la cual dice lo siguiente: “La esperanza es, en verdad, el peor de los males, porque prolonga la tortura de los hombres”. En mi opinión esta frase viene a confirmar que los males que afectan a los españoles, los que constantemente les torturan y les causan un profundo y grave malestar, van desapareciendo a medida que el Gobierno va aplicando una serie de recortes de tipo social y económico y con ello los ciudadanos van perdiendo la esperanza.
A los españoles ya no debe torturarnos el afán y la esperanza de iniciar planes y proyectos, hoy llamados “hojas de ruta”, a fin de asegurarnos una vejez, un mañana, un bienestar lo más llevadero y aceptable posible. Los españoles nos hemos torturado a lo largo de nuestra vida intentando hacer realidad la esperanza de poseer un mínimo patrimonio inmobiliario, vivienda habitual y segunda vivienda, y que algún día, cuando llegara “el día de mañana”, el inicio de nuestro camino al ocaso de nuestra vida, poder enajenar esa segunda vivienda para “reforzar” nuestra exigua pensión y con ello cubrir nuestras mínimas necesidades, o lo que es lo mismo: No finalizar nuestro paso por la vida con los mismos agobios que durante el transcurso por ella nos torturaron. Hoy, gracias a la “magnífica” gestión de nuestros gobiernos a nivel estatal y autonómico, nuestra esperanza se ha perdido y con ella, como dice el filósofo, ha acabado nuestra tortura. Pero ya ni con la venta de ese modesto patrimonio podemos contar por la fuerte pérdida de su valor. Los españoles, los de abajo, los que siempre hemos pagado los platos rotos, estamos más empobrecidos que nunca.
Otra tortura era la esperanza que siempre nos ha guiado de ahorrar durante nuestra vida de trabajo, necesidades y sinsabores, para poder reunir unos dineros con los cuales, como en el caso anterior, complementar nuestra escasa pensión y con ello poder “disfrutar” nuestra vejez con un mínimo de desahogo. Esa esperanza también se ha esfumado y con ella esa tortura que suponía el apretarse el cinturón a diario para ahorrar unos dineros, dineros que han ido a parar, en cientos de miles de casos, a las manos de unos cuantos estafadores mentirosos, embaucadores y desaprensivos amparados por la ley como se ha dado en el caso de las “preferentes”, siendo esto una muestra más de que las leyes, la legalidad, protegen y favorecen a los corruptos, a los ladrones de altos vuelos y a los estafadores. Muerto el perro se acabó la rabia, desaparecida la esperanza acaba la tortura.
En lo que respecta a la esperanza de nuestros jóvenes que se torturan durante años frente a unos libros para obtener una titulación que les permita acceder al mundo del trabajo, hoy más bien al mundo del paro, para poder ganarse dignamente su futuro y su sustento y al final acaban siendo laboralmente explotados, por que así lo permiten las normas legales, trabajando como simples becarios sin remuneración económica alguna, esa esperanza de lograr un futuro medianamente aceptable se ha perdido al mismo tiempo que ha acabado su tortura.
Qué decir de aquellos mileuristas considerados, no hace mucho tiempo de esto, como verdaderos indigentes, como asalariados de bajo nivel y que laboraron duramente con la esperanza de elevar sus emolumentos y salir de la miseria en que les habían encasillado. Esa tortura, esa esperanza ha acabado y se ha perdido. Actualmente aquellos que tienen un contrato de trabajo, la mayoría de ellos a tiempo parcial y con salarios que oscilan entre los 300 y 400 euros mensuales se pueden considerar, según el Gobierno, unos trabajadores que gozan de una situación laboral y económica óptima y como unos grandes privilegiados.
Desde el Gobierno y desde algunos de los poderes fácticos, se dice de forma reiterada que aquellos que hablan alto y claro, que protestan, que hacen pública su disconformidad y por tanto sus quejas sobre la calamitosa situación en que nos hallamos los españoles, están todos ellos locos y son unos antisistema. Al parecer los que están cuerdos son los que no protestan contra el sistema establecido, los que están conformes con “lo que hay” y a los cuales no se les oye quejarse, simplemente se dedican a balar dentro del cercado, de sus viviendas, o se les ve juntos formando un rebaño circulando por las calles, hoy convertidas en cañadas reales por las disposiciones del Gobierno en materia de “seguridad ciudadana”, de los distintos pueblos y ciudades de España.
Se pierde la esperanza y se acaba la tortura. Solo nos queda la esperanza de alcanzar la riqueza y el bienestar cuando muramos tal y como se dice en las Sagradas Escrituras: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”. Por cierto, aquella otra frase bíblica de: “Recibiréis ciento por uno” es evidente que hay que actualizarla a la baja.
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