Hacia una España Mejor

viernes, septiembre 07, 2007

Flor de cactus

Son las diez de la noche, por la abierta ventana de mi escritorio penetra un fuerte y agradable perfume proveniente del jardín, es el olor que se desprende de la segunda floración de la temporada de esa
s plantas crasas más conocidas como cactus.
La fragancia de la flor de los cactus, me crea una sensación de paz y bienestar, al propio tiempo que me permite sentir el gozo y el disfrute que me produce contemplar la belleza de esas flores con el brillo de su inmaculada blancura resaltada por la luz que emana de las farolas. Es algo muy hermoso y es de esas pequeñas cosas que hacen que valga la pena vivir. Aunque no puedo evitar el sentir lástima por la corta vida de estas flores.
Ante tan agradables sensaciones, es muy difícil disponer del ánimo necesario para escribir sobre las cosas de la política y de los políticos, pero quiérase o no, guste más o guste menos, es lo que toca. Pero en esta ocasión no voy a hacer una crítica sobre nadie, y no lo voy a hacer porque esa sensación de lástima que me provoca la corta vida de la flor de los cactus se prolonga hasta sentir esa misma sensación por el “líder carismático” de todas las derechas. No creo que sea necesario aclarar que me estoy refiriendo al “mítico” Mariano Rajoy. Nunca he tenido ocasión de estar cerca de él físicamente, tampoco políticamente, no se que efluvios emanan de su cuerpo, pero su poblada barba y su figura un tanto desgarbada, me recuerda a las pinchantes agujas de los cactus y a la anárquica ordenación de los brazos de estos, toda esa comunión de parecidos, el que hayan tantas cosas en común entre Rajoy y los cactus, es lo que me lleva a pensar si es por ello por lo que todo el mundo le vaticina una corta vida política. Tan corta como la de una flor de cactus.