Son más de cuatro
Después de las manifestaciones llevadas a cabo por los Indignados del 15M en distintas ciudades y capitales españolas creo que ya va siendo hora de que algunos intolerantes reconozcan que este movimiento no es solamente y según ellos, protagonizado por cuatro “melenudos” con barba, no, en esas manifestaciones celebradas el pasado día 19, por cierto en domingo, se ha podido comprobar que detrás de ese movimiento y apoyándolo hay unos cuantos centenares de miles, solamente en Barcelona se han dado cifras de 76.000 participantes, y en todas esas manifestaciones se ha podido ver a gente de toda clase.
Está claro que hay indignados en todas las capas sociales no desde luego en las altas, donde muchos de estos ciudadanos no hacen más que criticar a “esos cuatro melenudos con barba”, caso de la “chapuza criticona” de Tele Madrid, ¿qué se puede esperar de Esperanza Aguirre y de sus cortesanos? O lo de la foto de La Razón. Está claro que el movimiento cada día que pasa gana más adeptos porque su protesta es razonable, razonada y sin violencia, salvo algún esporádico incidente protagonizado por alguna minoría descerebrada que los pacíficos manifestante se encargan de neutralizar. Los hay por ahí, que hasta pagarían, si no es que lo están haciendo ya, para que se genere violencia y poder dejar en entredicho el buen hacer de los indignados, de todos, porque ¿quién no está más que indignado en este país?
El poder de convocatoria es cada vez más fuerte. Sin temor a equivocarme se puede decir que están dejando en entredicho a los sindicatos y que este movimiento los está superando, que si reúnen a gente, los sindicatos, es por el hecho de que tienen una organización y dinero, que por cierto a los españoles nos cuesta bastante millones, que si la tuvieran los indignados, que están pelados, pero demuestran que se puede movilizar a la gente sin que cueste un solo euro, la afluencia y participación de gente en sus manifestaciones sería tan numerosa que sin duda alguna superaría a las que celebran los sindicatos. Creo que el hecho de atreverse los indignados a llevar a cabo la convocatoria de una huelga general, al margen de los sindicatos, demuestra dos cosas. Una, la primera, que saben que la gente puede responder, la segunda que los sindicatos han perdido mucha credibilidad. El hecho de ver sentados en la misma mesa, como comensales, a los dos máximos dirigentes sindicales junto con un obispo y el jefe de la patronal, es algo que habla bien poco a favor de los dos sindicatos mayoritarios. Los representantes sindicales deben compartir la misma mesa, pero sin ningún obispo a su alrededor, con los representantes de los empresarios, pero en la mesa de negociación, y como único “manjar” o “picoteo” unas cuantas botellas de agua. El agua es muy sana y mantiene despierta la mente.
Que se anden con ojo políticos y banqueros a los que yo añado los sindicalistas. La cosa es más seria de lo que parece y creo que ninguno de estos tres estamentos tienen verdadera conciencia de ello.
Está claro que hay indignados en todas las capas sociales no desde luego en las altas, donde muchos de estos ciudadanos no hacen más que criticar a “esos cuatro melenudos con barba”, caso de la “chapuza criticona” de Tele Madrid, ¿qué se puede esperar de Esperanza Aguirre y de sus cortesanos? O lo de la foto de La Razón. Está claro que el movimiento cada día que pasa gana más adeptos porque su protesta es razonable, razonada y sin violencia, salvo algún esporádico incidente protagonizado por alguna minoría descerebrada que los pacíficos manifestante se encargan de neutralizar. Los hay por ahí, que hasta pagarían, si no es que lo están haciendo ya, para que se genere violencia y poder dejar en entredicho el buen hacer de los indignados, de todos, porque ¿quién no está más que indignado en este país?
El poder de convocatoria es cada vez más fuerte. Sin temor a equivocarme se puede decir que están dejando en entredicho a los sindicatos y que este movimiento los está superando, que si reúnen a gente, los sindicatos, es por el hecho de que tienen una organización y dinero, que por cierto a los españoles nos cuesta bastante millones, que si la tuvieran los indignados, que están pelados, pero demuestran que se puede movilizar a la gente sin que cueste un solo euro, la afluencia y participación de gente en sus manifestaciones sería tan numerosa que sin duda alguna superaría a las que celebran los sindicatos. Creo que el hecho de atreverse los indignados a llevar a cabo la convocatoria de una huelga general, al margen de los sindicatos, demuestra dos cosas. Una, la primera, que saben que la gente puede responder, la segunda que los sindicatos han perdido mucha credibilidad. El hecho de ver sentados en la misma mesa, como comensales, a los dos máximos dirigentes sindicales junto con un obispo y el jefe de la patronal, es algo que habla bien poco a favor de los dos sindicatos mayoritarios. Los representantes sindicales deben compartir la misma mesa, pero sin ningún obispo a su alrededor, con los representantes de los empresarios, pero en la mesa de negociación, y como único “manjar” o “picoteo” unas cuantas botellas de agua. El agua es muy sana y mantiene despierta la mente.
Que se anden con ojo políticos y banqueros a los que yo añado los sindicalistas. La cosa es más seria de lo que parece y creo que ninguno de estos tres estamentos tienen verdadera conciencia de ello.
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