Los poderes fácticos
Hay ocasiones y esta es una de ellas, en las que me siento ante el teclado de mi ordenador para escribir sobre algo que, en mi opinión, y al igual que a mi me interesa, puede interesar a los que lo puedan leer, es en esos momentos cuando no puedo evitar que me asalte la duda de la conveniencia o no de hacerlo por el temor a ser considerado como un malintencionado o de, dado sobre el tema objeto de esta reflexión que deseo exponer, también se me tache de anticlerical. Ni me considero un mal intencionado y mucho menos un “anti”. Se trata única y exclusivamente de dar mi opinión o parecer, sobre unos hechos muy concretos por considerar que cada uno de ellos en su día despertó el interés de muchos españoles. Esto y solamente esto, es lo que me ha decidido a dar mi parecer y exponerlo a través de esta reflexión escrita.
Creo que todos recordamos, el caso es muy reciente cuando allá por el pasado mes de agosto un sacerdote español, el padre Miguel Pajares, fue trasladado a bordo de un avión medicalizado desde Liberia a España al haberse infectado de ébola, todo ello con el fin de intentar salvar su vida en un hospital español cosa que lamentablemente no se consiguió. Transcurrido poco más de un mes nos encontramos con el mismo caso y la misma actuación gubernamental, poner un avión debidamente acondicionado para trasladar desde Sierra Leona a España a otro sacerdote español llamado Manuel García Viejo, por haber contraído la misma mortal enfermedad que su compañero Miguel Pajares y el mismo lamentable final. En ambos casos me gustaría aplaudir y alabar la iniciativa del Gobierno de España ya que preocuparse de repatriar a cualquier español que se encuentre por una u otra causa en una situación extrema demuestra que los españoles podemos sentirnos seguros y protegidos por el Estado español, pero mis aplausos y alabanzas serían la demostración de una actitud de cinismo por mi parte y ni soy malintencionado, ni “anti” y mucho menos cínico, los que me conocen bien saben que mi principal defecto es la sinceridad, decir siempre y con la mayor claridad lo que pienso, esto es malo, lo sé, me perjudica, pero considero que debemos afrontar las críticas porque todo el mundo tiene derecho a opinar. Eso sí, siempre sin insultar ni calumniar y muchos menos mentir. Lo peor de este mundo es la mentira y el robo.
Lo que realmente motiva esta reflexión, y como se suele decir, para una muestra basta con un solo botón, aunque la botonadura es muy larga, no puedo aplaudir ni alabar como sería mi mayor deseo, porque recuerdo perfectamente a aquella muchacha valenciana que se desplazó a los Estados Unidos para recibir tratamiento, a costa del sacrificio económico de su familia, por padecer una gravísima enfermedad y que cuando llegó el momento de regresar a España se encontró con la enorme, grave y cara realidad de que no podía hacerlo en un avión comercial ya que corría un grave riesgo y que por ello tenía que hacerlo en un avión acondicionado para que su viaje no supusiera poner en peligro su vida. Su familia no podía costear este gasto y el Gobierno valenciano se negó en rotundo a sufragarlo, tuvo que ser un empresario de la construcción el que pusiera su avión privado previamente acondicionado para hacer posible el traslado sin riesgo para la vida de esa muchacha. Eso sí, la Consellería de Sanidad se comprometió a costear el tratamiento cuando viniera a España. Hombre, ¡por Dios! Después del despilfarro económica en obras faraónicas perpetrado por los gobernantes populares valencianos durante décadas, solo hubiera faltado que le hubieran negado hasta las medicinas.
Como digo, una muestra, un solo botón, que pone de manifiesto el hecho de un trato escandalosamente desigual y de que la Iglesia Católica sigue siendo uno de los poderes facticos que más influencia y poder tiene en España. A las pruebas me remito. Que alguien me discuta si es correcto el que en un Estado aconfesional, como declara y ordena nuestra Constitución, es normal que en la reciente visita que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, hizo al Papa Francisco, invitara a este en nombre del Gobierno de España, de un Estado aconfesional, a los actos conmemorativos del V Centenario de Santa Teresa de Ávila. Que lo haga la Conferencia Episcopal Española, los obispos, sería normal, pero que lo haga el gobierno, de, repito, un Estado aconfesional…Sin comentarios. Está claro, aquí manda quien manda y hay quien teme más al ruido, al “frufrú”, que produce el roce de la tela de unas sotanas al caminar el que las viste, que al ruido de sables.
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