De Trillo a Pujalte pasando por Monedero
Está claro, en este mundo traidor o gozas del estatus de cargo público o no te jalas un rosco. Hoy, como hago todos los días a primera hora de la mañana, me he ido a la prensa y he podido informarme de que Federico Trillo, en su época de diputado nacional, cobró 354.000 euros a una empresa por informes que a Hacienda no le constan. También que Vicente Martínez Pujalte, cobro 75.000 euros por asesorar a una empresa constructora, la misma que asesoró Trillo, cuando, al igual que actualmente, ejercía como diputado. En el titular de la noticia se señala lo siguiente: “Pujalte admite que cobró por “ayudar” a una empresa”.
Tanto Trillo como Vicente Martínez Pujalte, este último poniendo especial énfasis, en que solicitaron compatibilidad para hacer ese trabajo y además pagaron los impuestos correspondientes. Impuestos que casi con toda seguridad, puedo estar equivocado, no han pagado como personas físicas sino con cargo a sus respectivas empresas, a través del Impuesto de Sociedades que resulta mucho más barato, en el caso de Trillo Estudio Jurídico LABOR y en el de Pujalte, Sirga XXI Consultores. Según la información, Hacienda no ha localizado ningún tipo de informe que justifique que los trabajos realmente existieron. Esto me ha recordado el “escándalo” Monedero, cuando desde el PP y por parte de algunos medios de comunicación afines, se fustigaba al dirigente de Podemos sobre lo que había cobrado por elaborar unos informes o asesorar a cuatro países iberoamericanos, cuando no existía Podemos ni mucho menos Monedero ocupaba cargo público alguno como fue el caso de Trillo y de Vicente Martínez Pujalte. Como es sabido Monedero pagó sus impuestos a través de una empresa y ante la presión de los antes citados tuvo que ampliar la cotización a Hacienda con una declaración complementaria como persona física.
A Monedero se le exigía que presentara el contrato suscrito para llevar a cabo ese asesoramiento y además que hiciera público el contenido del informe de asesoramiento elaborado por él, cosa que no es factible ya que si bien es él el autor del informe, el propietario y por tanto el que decide lo que hay que hacer con él, es el que lo ha pagado. Ante esto la pregunta es: “¿Deben hacer público tanto Trillo como Pujalte el contrato y el contenido del asesoramiento como exigieron a Monedero? Alega Martínez Pujalte, que “no tiene por qué haber papeles de por medio en los asesoramientos”, pero pienso yo que sí al menos debe haber un poco de memoria en lo que concierne a en cómo y en qué términos se llevó a cabo ese asesoramiento. También Monedero asesoraba. Claro, se da el caso de que los dos diputados, hoy Trillo embajador en Londres, eran y son, políticos ocupando cargos públicos muy bien pagados por el contribuyente y además con la prerrogativa de que podían trabajar como asesores cobrando importantes cantidades mientras otros con la misma titulación profesional que ellos están en el paro o han tenido que cerrar sus despachos por falta de clientes como consecuencia de la crisis. Estos dos sí podían y por lo visto pueden asesorar, los demás no. Los demás estafan al fisco y además deben hacer públicos los informes que solo conciernen a sus clientes. En el caso de Pujalte y según consta en la información periodística al ser preguntado este si le parecía ético haber cobrado de esta empresa, respondió que “me parece legal”. He buscado sinónimos de la palabra “ético” y no he encontrado entre ellos el término “legal”. En ocasiones se puede ser legal obviando la ética, pero cada cual es muy libre de responder como lo considere más oportuno o conveniente. Y esa libertad no se le puede hurtar a nadie.
Quiero dejar bien claro que no se trata de defender a Monedero sino de establecer lo que podríamos conceptuar como “agravios comparativos”, que hasta el momento está claro que los hay. Lo que si tengo muy claro y afirmo con toda rotundidad, es que hay que tener más “bemoles” que el caballo de “El Espartero” para criticar a los demás cuando, no ya solamente en este caso, sino en muchos otros, los que así actúan tienen por qué callar.
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