El voto del infractor
¿Quinientos cincuenta mil? ¿Setenta y cinco mil? Que importancia tiene el que en una manifestación contra el Gobierno, no contra el terrorismo, que por cierto, en la última encuesta del CIS figura en cuarto lugar en la lista de problemas que afectan a los ciudadanos, que notoriedad puede tener el número de asistentes a una manifestación apoyada por toda la extrema derecha.
La noticia, la verdadera noticia que se ha generado durante el último fin de semana ha sido la negativa del Partido Popular al votar en contra de la reforma del Código Penal, para incluir nuevas penas de prisión, multas cuantiosas y largas retiradas del permiso de circulación para los conductores más temerarios y recalcitrantes. Los locos del volante y los conductores borrachos y drogados y también quienes creen que tener el carné de conducir en orden es cosa de idiotas, pueden dar con sus huesos en la cárcel.
Pero el Partido Popular no votó a favor para evitar que cuatro locos se maten conduciendo una moto o un coche circulando por las carreteras, incluso en las calles de los pueblos y ciudades, a mucha más velocidad de la permitida pilotando un vehículo bajo los efectos del alcohol y las drogas -no quiero recordar aquí y ahora lo que opina Aznar sobre el “pasarse” bebiendo cuando se conduce- sino que el PP votó negativamente para que esos locos sigan atropellando y matando a personas que van circulando tranquilamente a bordo de sus vehículos o simplemente paseando por las calles.
Resulta triste y lamentable hasta donde llega la captación del voto de los borrachos, de los adictos a la droga, de los temerarios, de los que no tienen el menor reparo en acabar con las vida de otras persona, por parte del Partido Popular. Un voto es un voto, solemos decir, pero ese voto nunca puede ser bien aceptado ni mucho menos tiene el mismo valor que el emitido por una persona que antes de depositarlo en la urna ha meditado sobre todo aquello que se le ofrece en el aspecto social, laboral, económico y sobre todo aquello que pueda conformar y mejorar su calidad de vida, ese voto tiene un fundamento apoyado por la sensatez y por la reflexión, el otro, el de esos a los que me he referido anteriormente, es un voto que emana de la irreflexión y de la insensatez apoyada por la permisividad de un partido que aspira a gobernar para que estos desequilibrados mentales puedan seguir jugando con su vida y lo que es peor: con la vida de los demás, infringiendo las leyes y sobre todo las más elementales normas de respeto hacia sus semejantes.
Ya se opuso el PP al Anteproyecto de Ley, lamentablemente retirado por el Gobierno, nunca debió hacerlo, mediante el cual se pretendía aplicar “medidas sanitarias para la protección de la salud y la prevención del consumo de bebidas alcohólicas por menores”. Ahora se opone a que se intente salvaguardar la vida de todos, la de los locos temerarios y la de las posibles víctimas de estos.
Sabido es que electoralmente la derecha lo tiene mal cara a las próximas elecciones generales, pero nadie podía suponer que ellos lo vieran tan mal como para intentar recoger el voto de individuos que son un peligro para la sociedad. Para el PP un voto es un voto, aunque venga de un infractor. O, lo que es igual, de un malhechor o de un delincuente.
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