El beso
Justo es reconocer que el beso que se dieron Esperanza Aguirre y Gallardón, ha tenido más impacto y más resonancia que la bofetada que Glen Ford, le propinó a Rita Haywort en la película “Gilda”. Aunque hay que tener en cuenta que las bofetadas político-morales que Esperanza Aguirre le ha dado a Gallardón también son dignas de pasar a la historia.
Hay que tener presente que dadas las circunstancias, los dos, Aguirre y Gallardón, han sabido guardar las formas al darse un beso en la mejilla, ya que la presidenta de la Comunidad de Madrid, bien podía habérselo estampado a Gallardón en sus mismas nalgas puesto que este siempre que se pone delante de “Espe” lo hace con los pantalones y los gallumbos bajados y el alcalde de Madrid no lo hace por puro exhibicionismo ni por ningún motivo de naturaleza sexual, sino por la clásica “bajada de pantalones” de aquel que siempre está dispuesto a que cualquiera le pueda dar “morcilla” en cada momento y en cualquier sitio.
La verdad sea dicha es que yo creía que Gallardón tenía más personalidad, más orgullo, más amor propio, más autoestima, pero al final ha resultado que no, que ha prevalecido la supervivencia política, más bien la supervivencia en el cargo, pero esta actitud tan indigna no le va servir a Gallardón de nada; le seguirán hacienda toda clase de putadas hasta que se aburra y ceda el sillón de alcalde a Ana Botella. ¡Pobre diablo!
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