Ruido de sotanas
La nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las elecciones generales de 2008 hecha pública el pasado día 31, es merecedora de que sus firmantes procedan de inmediato a realizar un serio y riguroso examen de conciencia. El hecho de que se aconseje no votar al partido que ha hecho leyes tales como la del aborto o la de los matrimonios entre homosexuales, así como la agilización del divorcio rápido y que ha negociado con los terroristas, nos da la medida de la catadura moral y ética de estos personajes que lucen cargos eclesiásticos de alto rango.
En los ocho años en que estuvo gobernando el Partido Popular a los obispos no se les ocurrió pedirle a Aznar que derogara las leyes del divorcio y del aborto y tampoco se le pidió que no negociara con los terroristas. Esto hay que recordarlo aunque a algunos les siente mal. Cuando los obispos dicen en dicha nota que hablan como pastores de la Iglesia no se les puede creer por mucho que se esfuercen. La Iglesia puede que sea apolítica, pero muchos de sus máximos representantes está claro que no lo son.
El portavoz de la Conferencia Episcopal ha dicho que en España se han aprobado varias leyes que son injustas y que no por estar aprobadas por un parlamente democrático están exentas de rechazo o de crítica. No creo que los obispos consideren que dentro de esas leyes, según su portavoz, injustas, se encuentren la de Igualdad, la Ley de Dependencia o la de la Memoria Histórica. Sería demasiado. Tiene razón Martínez Camino, cuando dice tal cosa, pero se olvida de que toda ley aprobada por un parlamento que representa legítimamente, como es el caso, a los ciudadanos, debe ser de obligado cumplimiento y la Iglesia no ha asumido, ni tan siquiera, la inclusión en los planes de estudio de la asignatura de Educación para la Ciudadanía que no tiene rango de ley.
La actitud de los obispos no es la más adecuada para que los españoles nos podamos mover dentro de unos márgenes de convivencia sosegada y afectiva. Cuando los españoles ya nos habíamos olvidado del ruido de sables, ahora surge el ruido de sotanas.
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