La última de Rouco
Según nos cuentan hoy la SER y El País, opino yo que después del acuerdo a que han llegado la “liberal” presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el una vez más presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, sobre la participación de los curas de los hospitales en los comités de ética y del comité interdisciplinar de cuidados paliativos de los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid, la actitud de la Iglesia Católica está suponiendo una escandalosa ingerencia en la vida de las personas. La Iglesia Católica está intentado ejercer un protagonismo en controlar la vida de las personas desde que nacen hasta que mueren que atenta contra la libertad de estas a la hora de decidir como, cuando y de que modo prefieren vivir y morir.
No voy a referirme aquí y ahora a lo que otros han dicho ya sobre si va ser correcto o no que un cura participe en la decisión de aplicar la sedación a enfermos terminales que no profesan ningún tipo de religión o que practican otros ritos religiosos diferentes al católico. Lo que si quiero decir es que en este caso concreto, solo una religión sectaria puede llegar hasta el extremo que lo quiere hacer la Iglesia Católica.
El enfermo es quien en primer lugar debe tener libertad para elegir entre si desea que se le apliquen sedantes para evitarle dolores y sufrimientos y si el estado del enfermo terminal no le permite pronunciarse, son sus familiares más allegados los que deben decidir por él. La Iglesia no es quien ni tiene potestad alguna sobre nadie y menos para decidir sobre cuestiones de esta naturaleza. Tampoco sus sacerdotes están capacitados para emitir una decisión facultativa a no ser que a partir de ahora en los seminarios católicos impartan los estudios de Medicina y se recicle a los curas ya en ejercicio a través de unos cursillos acelerados de Medicina para decidir si es conveniente o no sedar a los enfermos terminales.
Ya está bien, esta medida solo sirve para que los que se meten donde muchas veces no deben para, según ellos, “sanarle” el alma a las personas, acaben jodiéndoles el cuerpo.
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