Zaplana se pone a trabajar
Estoy seguro que cuando el flamante delegado de Telefónica para Europa entre en su despacho por primera vez va a sentir una sensación muy parecida a la de su primer día de “cole”. Esa sensación de verse en un lugar extraño rodeado de gente que no conoce y un tanto alejado de la familia, estoy seguro de que Zaplana la va a revivir. No hay que olvidar que Eduardo Zaplana nunca ha trabajado por cuenta ajena, no se si lo habrá hecho por cuenta propia, lo que si se dijo cuando fue nombrado ministro de Trabajo es que no había cotizado a la Seguridad Social hasta que elegido presidente de la Generalitat Valenciana allá por el año 1995 cuando ya tenía 39 años de edad.
Desde luego lo que si es seguro es que es su primer trabajo en la empresa privada, pero yo creo que se va a adaptar bien, puede que el propio trabajo en si sea un hándicap, pero el sueldo, que no quiero ni imaginarlo para que no se me pongan los dientes largos, se encargará de salvar ese escollo.
Se ha dicho que Zaplana quiso ser futbolista y piloto del ejército. Consiguió ambas cosas, pues accedió a la alcaldía de Benidorm de penalti y ha acabado haciendo política de altos vuelos.
Pero hay una cosa que me preocupa, y esa preocupación no es otra que la duda que me entra al pensar si con el sueldo de Telefónica podrá pagarle a la Caja del Mediterráneo (CAM) el préstamo, que con un interés preferencial, le otorgó esta entidad de crédito para comprarse el “pisito” de Madrid.
Hay que decir también que Zaplana ha acabado bastante tocado, políticamente hablando, pero acabará reponiéndose, al menos moralmente, por que no se que tiene Telefónica que revitaliza al más alicaído. Ahí tenemos el caso de Juan Villalonga, compañero de pupitre de Aznar, que entró en Telefónica con el “ánimo” por los suelos y miren como salió.
En cualquier caso esto de Zaplana nos ha servido para tener claro porqué y para qué se privatizan las empresas públicas. Las que dan beneficios claro, las otras, las que no dan más que pérdidas, no.
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