El estigma de la crisis
Mi primer impulso fue el dar a este escrito el nombre de “El festín” pensando en el que se han dado algunos políticos, sindicalistas y altos cargos ejecutivos que han estado “administrando” los dineros depositados por los impositores en las cajas de ahorro a través de las distintas modalidades que ofrecen estas entidades. Pero me lo he pensado mejor y he creído más acorde con la realidad el que figura en la cabecera de esta reflexión por considerar que hay cientos de miles, más bien millones, de españoles que son merecedores de que les mostremos nuestra solidaridad, nuestro respeto y comprensión y sobre todo nuestro apoyo. Estos no son otros que aquellos que han quedado estigmatizados en sentido negativo para su imagen personal para el resto de sus vidas al ser los más dura y cruelmente castigados por la crisis. Estos afectados nunca podrán recuperar su buen nombre ni la confianza que siempre les dispensaron todos aquellos con los que tuvieron relaciones de tipo comercial o financiero, nunca podrán disponer al cien por cien de su salario, ni de su pensión, ni tener bienes materiales a su nombre, no podrán solicitar subvenciones o ayudas de cualquier Administración Pública para el conjunto de su unidad familiar, mucho menos para ellos, no podrán obtener créditos o préstamos de cualquier entidad financiera, tampoco podrán concertar hipotecas para adquirir una vivienda, están condenados de por vida a figurar en las listas de morosos con todo lo restrictivo que esto supone para poder rehacer su vida y la de los suyos, serán constantemente perseguidos, presionados y agobiados hasta la extenuación por la Agencia Tributaria, los bancos y demás entidades financieras, ni tan siquiera podrán recibir herencia alguna de sus padres o de otros familiares pues de inmediato sufrirán el embargo de la misma, serán asediados de forma constante e implacable por aquellos que cuando tenían un trabajo estable les ofrecían todo y más, mucho más, les seducían con la “bondad” y las “ventajas” de sus “productos financieros”, son precisamente estos seductores los principales culpables de la ruina económica que hoy azota al mundo y que por ello a estos estigmatizados por la crisis les ha llevado a perder sus puestos de trabajo a perder sus viviendas y a arruinar a los que son el verdadero motor de la economía de este país, es decir: A los autónomos y a los pequeños y medianos empresarios, todos estos han pasado a ser ciudadanos cuyo único derecho, cuya única proyección como tales se limita a figurar en los padrones municipales, con el solo derecho al voto y a pagar impuestos a pesar de su calamitosa situación y a estar inscritos en las listas de morosos lo cual supone para ellos un obstáculo insalvable para poder labrarse un nuevo futuro. Quedan atascados, enfangados en estas listas que para ellos suponen estar enterrados en vida. Nunca tenderán una segunda oportunidad como existe en otros países, por ejemplo en EE UU, para que puedan rehacer sus vidas. Cuando los delincuentes comunes tienen derecho a la reinserción a los afectados por la crisis se les niega ese derecho. La vigilancia, la presión que de forma constante se ejercerá sobre ellos, será, ya lo es, brutal hasta el punto de que si tienen la incierta suerte de encontrar trabajo y su salario ya de por sí insuficiente, sea domiciliado en una cuenta bancaria por ser norma en la empresa que le pueda dar trabajo, ese sueldo le será embargado de inmediato. Lo mismo sucederá con su pensión. Son los “nuevos delincuentes” cuyo único delito ha sido quedarse sin trabajo y sin un techo bajo el cual cobijarse y todo ello como consecuencia del mal hacer de los políticos y de los agentes financieros cuya incompetencia nos ha llevado a todos a perder lo poco bueno que teníamos y que será irrecuperable.
Al propio tiempo que estos estigmatizados por la crisis están sufriendo y pasando por un verdadero vía crucis, es precisamente en Bankia que nos ha costado a los españoles 22.000 millones de euros para evitar su caída, y en la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) donde muchos políticos, sindicalistas y altos cargos ejecutivos se han dado un gran festín, mientras cientos de miles de pequeños ahorradores se han visto estafados mediante la venta de unos “productos financieros” que, paradojas de la vida, están amparados por la ley: Las preferente y las participadas. Todos estos que han participado en esta orgía, todos ellos, todos sin excepción, deberían pasar por la cárcel, siempre, claro está, que haya algún juez que esté dispuesto a situar su cuello bajo la cuchilla de la guillotina por la que ya han pasado los jueces Garzón y Silva.
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