Me preocupa
Me considero uno de los muchos españoles que andan muy preocupados por todo aquello que está aconteciendo en España y por la actitud y pronunciamientos de los que nos gobiernan y muy en particular por la falta de respeto con que estos nos tratan a diario.
Me preocupa el que como consecuencia de la reforma laboral hayamos vuelto al Medioevo y que los siervos vuelvan a ser los que mantengan el alto nivel social y económico de los señores feudales. Ello tiene su explicación si tenemos en cuenta, muy en cuenta, que la inmensa mayoría de los empresarios basan sus beneficios en los bajos salarios que pagan a sus trabajadores y no en la capacidad competitiva de sus empresas mediante la modernización de los medios tecnológicos y por tanto en mejorar la calidad del producto que elaboran y comercializan.
Me inquieta el hecho de comprobar la miopía o la intención de confundir a los ciudadanos tal y como hemos podido comprobar durante estos pasados días al escuchar decir a Mariano Rajoy que “en España ya no se habla del paro”. Comenzó con aquello de que “la crisis ya pasó”. Ya no hay crisis ni paro. ¿Entonces cual es el mal que nos aqueja a los españoles? ¿Qué nos quejamos por vicio o porque somos unos gandules que no damos un palo al agua?
Me alarma cuando ante cualquier manifestación callejera contra la política gubernamental desde esta instancia se dice que se trata de “movimientos políticos” cuando en realidad se trata de aprovechar la única vía de protesta que tienen los ciudadanos. Esto encaja con la queja de los gobernantes por los escraches de que han sido objeto. Resulta que a diario insultan a nuestra inteligencia, se dirigen a nosotros como si fuéramos idiotas, imbéciles, tarados mentales, gilipollas e ignorantes a través de los distintos medios de comunicación a los que los ciudadanos no tenemos acceso, al menos en la misma medida que ellos, lo que motiva el que haya que esperarlos en la calle para decirles lo que el pueblo piensa de ellos, de su mal hacer y de su falta de respeto a la ciudadanía. No, no son movimientos políticos, los “movimientos políticos” fueron aquellos en que cuando determinados colectivos o asociaciones se lanzaban a la calle a protestar contra el gobierno socialista en la cabecera de la manifestación estaban los principales dirigentes del PP, recuérdese, Aznar o Rajoy. Eso si eran “movimientos políticos” y no una muestra de descontento ante un gobernante que visita un mercado o se pasea por la calle. El pueblo nunca hace política. El pueblo muestra su descontento. Al menos utiliza lo único que le ofrece la libertad de expresión: el derecho al pataleo.
Me desvela el que las subvenciones, el dinero, poderoso caballero don dinero, hayan acabado con los movimientos sociales, oficialmente constituidos, reivindicativos de los derechos y libertades de las gentes. Y hablando de libertades me intranquiliza comprobar cómo son eliminadas y acalladas voces que protestan contra una situación de injusticia y de ingobernabilidad y por citar algunas citaré las de sor Lucía Caram y las de Miguel Ángel Revilla con su constante denuncia en programas y tertulias televisivas de las que prácticamente han desaparecido. No hace falta esforzarse mucho para saber el porqué de su silencio.
Me causa desasosiego el modo en que se manifiestan tanto los separatistas como los patriotas. Ambos solo crean situaciones extremas y de una cierta violencia, tanto verbal como física, en ocasiones demasiada, que atenta contra la convivencia de las gentes y sobre todo y creo que no es necesario poner ejemplo alguno, atentan contra la libertad de las personas a pensar y expresarse como mejor lo consideren.
Me preocupa el que el dirigente de un partido político emergente haya dicho que “los que pensamos igual acabamos estando juntos” y que además pactará con cualquiera, con quien sea, que acepte sus propuestas o condiciones. Esto me recuerda aquella frase de Groucho Marx en la que decía aquello de: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.
Me causa un cierto recelo el hecho de observar la actitud de determinado fiscal. Recelo que me lleva hasta el extremo de pensar si lo que realmente está buscando es que le otorguen un título nobiliario por los servicios prestados a la Corona. Lo que sí es innegable es que resulta un fiscal un tanto atípico.
Creo que, entre otros, son motivos más que suficientes para estar preocupado.
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