Hacia una España Mejor

lunes, julio 28, 2008

El lugar de Dios


Hace unos días nos contaba periódico El Plural que el Cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, en su carta pastoral dijo, entre otras manifestaciones, que “cuando la política quiere ocupar el lugar de Dios, genera una práctica social monstruosa”. A lo dicho por el cardenal se le podría responder que “cuando los obispos quieren ocupar el lugar de Dios generan una práctica social monstruosa”.
Se quiera o no, la solución del problema del hambre en los países subdesarrollados tiene que venir dada por la política que de forma expresa se pueda generar por parte de los países desarrollados. Sin ánimo de atacar a la noble, sacrificada y reconocida labor de los misioneros católicos y no católicos, hay que decir que estos pueden, según su doctrina, haber salvado muchas almas, pero ¿a cuantas personas han salvado del hambre y por ello de la muerte? Lamentablemente a muy pocas si las comparamos con el enorme número de estas que mueran por dicha circunstancia. El constante y descontrolado aumento de la natalidad en los países llamados del tercer mundo es algo a lo que se tenía que poner freno, pero la Iglesia Católica se opone a ello, sin embargo: ¿Qué hace para evitar que a los niños se los coman las moscas y se mueran de hambre por falta de alimentos? Puede que Dios nos diera un alma que cuidar pero lo cierto es que también nos dio un cuerpo al que hay que proteger. El alma se puede mantener pura y noble alimentándola con buenas con palabras y mejores pensamientos, pero el cuerpo no.
Al final los obispos nos van a obligar a pensar que Dios se fue a los cielos lleno de resentimiento y de odio hacia los hombres cuando realmente se fue perdonando a todos, pero la actitud de los obispos no es precisamente la que nos puede llevar a esta última conclusión. Hay obispos que han afirmado que hemos venido a este mundo a sufrir como sufrió Jesucristo y se muestran abiertamente contrarios a la aplicación de los cuidados paliativos en enfermos terminales y también se muestran contrarios a los métodos anticonceptivos para regularizar a la baja los índices de natalidad en los países pobres y evitar que tantos niños, y mayores, se mueran de hambre.
No, ni los políticos quieren ocupar el lugar de Dios, ni creo que los obispos pretendan ocuparlo, pero tanto los políticos y los obispos tienen la obligación de aportar soluciones, hechos y no palabras, para que la gente, en el siglo XXI, no se muera por falta de medicinas y alimentos. Dios dijo “hay que dar de comer al hambriento y de beber al sediento” también enseñó que hay que “curar a los enfermos” él, a su manera lo hizo, y quien pretenda ocupar el lugar de Dios está obligado a cumplir este mandato.