En la reunión del Consejo de Ministros celebrada el pasado 26 de agosto, el Gobierno aprobó una serie de medidas para fomentar el empleo entre las que se cuenta la congelación durante dos años de la obligatoriedad de hacer fijos a los trabajadores que en un periodo de 30 meses hayan encadenado contratos temporales durante 24 meses. Como se puede comprobar el “sitio” que venían sufriendo los contratos indefinidos por parte del bando económico ha surtido efecto, la “plaza” se ha rendido y ha puesto en manos del bando económico el empleo fijo. Ahora, y para “rematar la faena”, solo queda el aprobar que todo aquel contrato indefinido que esté en vigor se pueda reconvertir en temporal, pero de esto ya se encargará el PP. El Gobierno no ha hecho más que señalizar el camino a seguir. De todos modos hay que reconocer que el Gobierno con estas medidas nos ha tranquilizado a todos, está claro que nos ha lanzando un mensaje en el que nos dice que no nos preocupemos del futuro porque no tenemos porvenir. Pero lo más destacable, lamentable y desafortunado de todo esto es la frase pronunciada por el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, que ha despachado el asunto diciendo: “Prefiero un temporal a un parado”. Yo creo que el ministro está un tanto acelerado por lo que yo le diría para que se sosegara: “Valeriano, tómate una valeriana”. Por cierto, este es el ministro que apoyó la última huelga general, pocos días antes de su nombramiento, y que incluso estuvo presente en la manifestación, según dice, y yo pienso y me pregunto: ¿Cómo un político que actúa así y pronuncia esas palabras tan desafortunadas, por las que considero que debe pedir perdón a los trabajadores, estuvo participando en la manifestación? La respuesta que me doy es la de que seguramente fue una coincidencia, que pasaba por allí y coincidió con los manifestantes. De todos modos estamos viendo volar por los aires los pilares de lo que pudo ser el Estado del Bienestar y como pronto comenzaran a demoler sus cimientos para que no quede rastro. Al tiempo.
Pienso que tal y como se vienen desarrollando las cosas para los trabajadores, se hace necesario hacer una profunda reflexión que yo desde mi modesta opinión y forma de ver lo que está aconteciendo, me voy a permitir hacer.
No es esta la primera ocasión en que vemos peligrar el Estado del Bienestar, nunca plenamente conseguido, ya en los primeros decenios de la industrialización se produjo una degradación de las condiciones de vida de los trabajadores. Estos vieron aumentada la jornada laboral; la pérdida salarial; la generalización del trabajo infantil –en esto ocurre hoy todo lo contrario, se ha pasado de ponerse a trabajar siendo menor de edad a situarse en edad superior a los 20 años sin encontrar un trabajo, si lo uno era malo lo otro es peor- y la negación ante la ayuda económica para enfermedades, paro forzoso o vejez, ante esto último y pensando en el futuro, muchos no percibirán pensión alguna porque les será más que imposible reunir los años de cotización precisos o mantenerse en activo hasta los 67 años.
Si todo lo dicho anteriormente ocurría en la época de la industrialización, veamos cómo los trabajadores en la era moderna, en la de la robótica, también pierden posiciones. Se ha abaratado el despido; se ha alargado la edad de jubilación; se han establecido más años de cotización para poder cobrar una pensión; se precisan más años cotizados para calcular la base de la pensión; se congelan las pensiones; se rebajan los sueldos a los funcionarios y los contratos cada vez son más en precario: Los temporales superan ampliamente a los indefinidos. Ahora se congelan las condiciones para poder optar a un contrato indefinido y es posible que las cosas empeoren mucho más.
Después de años de lucha obrera, de movimientos obreros y de movimientos sindicales, es lamentable que se tenga que volver a pensar en reeditarlos, pero eso sí, dejando de lado las actitudes y acciones violentas que se producían en otros tiempos, pero mostrando firmeza y sobre todo unión, para ello se precisa una necesaria reestructuración sindical, tanto en lo referente a sus dirigentes como en los métodos de reivindicación y dialogo con el Gobierno de turno y los empresarios, manteniendo y al mismo tiempo exigiendo, una relación de trato respetuoso entre las partes pero al mismo tiempo dejando claro en todo momento que es lo que se quiere y a lo que no se está dispuesto a renunciar. Esto en cierto modo y en cierta forma se está haciendo, pero la parte económica, la patronal, sabe muy bien el escaso apoyo obrero que los sindicatos tienen como consecuencia de la pérdida de credibilidad de sus dirigentes que se han perpetuado en los cargos pero que no se han adaptado a las nuevas circunstancias, mientras la parte social, los trabajadores, ve como cada vez más, se reducen aquellas mejoras, aquellos logros, que tanta sangre, sudor y lágrimas costaron a muchos trabajadores que lucharon por conseguir mejores condiciones de vida para todos. Se impone un cambio sindical en todos sus aspectos, de personas y de forma de hacer. No hay diálogo social y cuando se trata de hablar sobre la negociación colectiva la parte empresarial sale, en cada ocasión que se sientan a la mesa, con diferentes planteamientos con lo cual es imposible llegar a acuerdo alguno y se rompen las negociaciones, pero al día siguiente se les va a ambas partes, patronal y sindicatos, compartiendo mesa y mantel como si nada hubiera pasado. Es cierto que los cortés no quita lo valiente, pero más cierto es que debes mostrar tu repulsa cuando la otra parte no actúa con seriedad y respeto. Lo dicho anteriormente no es, en absoluto, un ataque a las organizaciones sindicales sino una reflexión que por otro lado y en el caso de CCOO se hacían hace unos días, en la revista de análisis del sindicato “Gaceta Sindical”, sus dirigentes Ignacio Fernández Toxo y Fernando Lezcano, que entre otra cosas decían lo siguiente: “Hay que repensar el sindicato para reivindicar con más fuerza su papel en el trabajo y en la sociedad”. Señalando, además, que había que valorar si “nuestro discurso, nuestra práctica, nuestras estructuras organizativas son las adecuadas” para seguir diciendo “…detectar nuestras insuficiencias, para, finalmente, establecer líneas de mejora con la vocación de que CCOO sea, todavía más, el principal referente de los trabajadores para defender sus intereses”.
Se precisan nuevos dirigentes sindicales, con nuevas ideas y con nuevas formas de actuar para ilusionar y animar a los trabajadores a fin de que estos vuelvan a depositar su confianza en el movimiento sindical. No se puede dejar perder aquello que tanto sacrificio costó conseguirlo. Da la impresión de que algunos han bajado los brazos y han tirado la toalla. No quiero pensar en que se hayan acomodado. Así están las cosas tal y como yo las veo.