Del martes al viernes
En cuatro meses han despojado a la clase trabajadora de los derechos sociales y económicos que tantos años de lucha y sacrificio les costó conseguir. Como dijo Churchill, sangre, sudor y lágrimas a lo que hay que añadir muchos años de cárcel y hasta la vida. Podemos comparar la destrucción del Estado del Bienestar con el largo tiempo que se necesita para levantar un edificio y el poco que se precisa para derribarlo. Y a más, tener que aguantar escuchar al Gobierno decir que se hace por el bien de todos. Encima cachondeo. La derecha, el conservadurismo, el capital, la burguesía, vuelve este último término a ponerse de actualidad, se la tenían jurada a la clase obrera. Cada vez que esta conseguía una mejora o derecho ya fuera de carácter social o económico, los económicamente fuertes, los que siempre han tenido y siguen teniendo el poder, decían: “Nos lo quitáis, pero nos lo pagaréis con creces”, y así está sucediendo. La clase dominante siempre ha creído y lo sigue creyendo, que solo ella tiene derechos y que estos no son transferibles ni pueden ser cedidos, ni tan siquiera en su más mínima expresión, a una clase social inferior.
Tiempos pasados siempre fueron peores, lo de que fueron mejores es una milonga que como consuelo de sus males han venido creyendo los que siempre han estado al servicio de los poderosos a cambio de salarios de hambre, ya fueran estos satisfechos en especies o en dinero efectivo, los tiempos que se avecinan serán mucho más ruinosos para la que hasta hace muy poco se la distinguía con el calificativo de “clase media” que en pocos meses ha pasado a volver a ser la clase obrera, la plebe, la masa, la chusma o el populacho, es decir, el que se lleva todos los palos.
Me ha enviado un buen amigo unas cuantas portadas de aquella revista humorística que se publicaba en los año 70 bajo el nombre de “Hermano Lobo” y en una de ellas se puede ver a un político dando un mitin y diciéndole a los asistentes: ¡O nosotros o el caos! Respondiéndole estos: ¡El caos! ¡El caos! Es igual -replicó el político- ¡Nosotros también somos el caos! O esa otra en la que el político dirigiéndose al público desde una tribuna comienza diciendo: ¡Señoras y señores…! Siendo interrumpido de inmediato por uno de los oyentes que gritó: ¡Mentira! Y digo yo: ¡Qué más da el martes o el viernes si el resultado es el mismo!